miércoles, 11 de febrero de 2009

LIBERACION 4

Introducción
Para recibir liberación verdadera, el ministrado deberá asegurarse ante Dios de que cumple con los siguientes siete pasos, los cuales muestran la verdadera santificación del creyente. Estos siete pasos son muy importantes de ser observados, por lo tanto, prestemos la debida atención.
1 - Honestidad
Es preciso ser honesto con Dios, con uno mismo, y con los demás, si se espera recibir la bendición de Dios de la liberación. La falta de honestidad mantiene áreas de la vida en tinieblas. Los espíritus inmundos se crecen en tales tinieblas, pero la honestidad ayuda a sacarlos a la luz. Por lo tanto, no mintamos contra la verdad, seamos honestos. Todo pecado que no se confiese, o del cual no haya habido arrepentimiento, otorga al demonio un derecho legal para quedarse. Pide al Señor que te ayude a verte a ti mismo como Él te ve, y a traer a la luz cualquier cosa que no sea del Señor.
Salmo 32: 5; << Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado>>
Salmo 139: 23, 24; <>.
2 - Humildad
Esto implica reconocer que uno debe depender siempre de Dios y de su provisión para la liberación.
(Santiago 4: 6b-7 ) <<...Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros>>.
Esto también implica una apertura y confianza completas hacia los siervos de Dios que ministran liberación, por el siguiente principio escritural: <> (Santiago 5: 16). Si esa confianza y apertura no se dan, difícilmente saldrán los demonios.
3 - Arrepentimiento
El arrepentimiento es un cambio radical para apartarse del pecado y de Satanás. Es indispensable aborrecer el mal, y dejar de estar de acuerdo con él. Si uno no está de acuerdo, el otro (en este caso el pecado y el diablo) nada pueden hacer: <<¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?>> (Amós 3: 3).
El propósito del arrepentimiento, entre otros, es el de aborrecer el pecado. Cuanto más se aborrezca el pecado, antes los demonios se desenganchan y salen. Pide al Señor que te de aborrecimiento por el pecado.
<> (Ezequiel 20: 43). Esto último implica dolor en el corazón por el pecado cometido. Entonces se cumple lo siguiente: <> (Salmo 51: 17). ¡Entonces es cuando Dios restaura!
Recordemos que toda la base legal que el diablo puede llegar a tener es sin duda alguna el pecado consentido del ministrado.
¡Acordémonos! LA LIBERACIÓN NO SE DEBE USAR SIMPLEMENTE COMO UN ALIVIO, como aquél que va al dentista a que le extirpen una muela estropeada y doliente, y luego ya se olvida de todo y vuelve a su vida habitual. ¡LA LIBERACIÓN ES EL PROCESO QUE NOS AYUDA A SER MÁS COMO JESÚS!

Arrepentimiento es dejar todo aquello que estorba el crecimiento espiritual, el ministerio, y el compañerismo. El arrepentimiento necesita una confesión sincera de todos los pecados. Esto quita cualquier derecho legal a los espíritus demoníacos.
4 - Renuncia y restitución
La renuncia es dejar el mal. La renuncia es la acción que resulta del arrepentimiento:
<> (Mateo 3: 7, 8)
Los frutos de arrepentimiento son los que se ven después de las palabras de confesión. Son la evidencia de que realmente ha habido un cambio. Por ejemplo, si alguien se ha arrepentido de la idolatría religiosa, destruirá todo objeto idolátrico. Si alguien se ha arrepentido de la lujuria y concupiscencia, destruirá todo material pornográfico o afín.
Los recién convertidos de Efeso, así lo experimentaron cuando quemaron sus costosísimos libros de hechicería:
<> (Hechos 19: 18, 19)
Renunciar significa una completa ruptura con Satanás y con todas sus obras. Y por supuesto que deberá verse un cambio en la persona en sí. Un cambio real, espiritual, no sólo en la apariencia, sino en el corazón, y desde el corazón. Por eso el Señor nos lo dejó bien claro, cuando dijo: << Por sus frutos les conoceréis >>.
La restitución
Restituir implica la <>. Es, una vez entendido el agravio hecho a Dios y al prójimo, con todas las fuerzas y de todo corazón, devolver lo sustraído, o lo dañado, etc. a su dueño original, y si es virtualmente imposible hacerlo, estar dispuestos a asumir las consecuencias.
Si alguien ha robado, buscará el restituir lo robado, aunque eso pueda llevarle a la cárcel o a pagar una multa.
El dolor causado por el pecado en el corazón de uno, nunca será menor que el que pueda recibir por sufrir las consecuencias por el mismo. Esto nos hablará de un arrepentimiento genuino.
5 - Perdón
Dios perdona libremente a todos los que confiesan sus pecados y piden perdón por medio de Su Hijo: <> (1 Juan 1: 9).
De la misma forma, Él espera que nosotros perdonemos a quienes nos hayan herido en cualquier forma: <> (Mateo 6: 14, 15).
LA VOLUNTAD DE PERDONAR ES ABSOLUTAMENTE ESENCIAL PARA LA LIBERACIÓN (ver Mateo 18: 21-35). Ningún ministro de liberación puede realizar su labor con éxito, a menos que el ministrado cumpla con las condiciones de Dios, en este caso, perdonar a todos sus ofensores.
6 - Oración
Pídele a Dios que te libere en el nombre de Jesús: <> (Joel 2: 32) Busca a Dios en oración y súplica. La oración es dirigida a Dios, y ayuda a crear una sana dependencia del Espíritu Santo, ya que cada que se ora con fe, se espera el mover de Dios, y se tiende a dejar de lado toda actuación en la carne, o en las solas fuerzas de uno.
Cuanto más aprendamos a depender de Dios, mayor va a ser el poder de Dios en nuestras vidas. Como consecuencia, menor va a ser la incidencia real del ataque del diablo en nosotros. Todo esto se consigue a través de la oración y del ayuno.
7 - Guerra espiritual
La oración y la guerra espiritual, son dos actividades separadas y distintas. La oración es hacia Dios, y la guerra es hacia el enemigo espiritual. Nuestra batalla contra las potestades demoníacas no es carnal, sino espiritual (ver Efesios 6: 12; 2 Corintios 10: 3-5). Es indispensable usar como armas la sumisión a Dios, la sangre de Jesús, la Palabra de Dios, el propio testimonio como creyentes, las armas de Dios (ver Santiago 4: 7, Apocalipsis 12: 11, Efesios 6: 17, 2 Corintios 10: 3-5)
Hay que identificar los espíritus, dirigirse a ellos directamente por su nombre o naturaleza, y con voz de mando y en fe, ordenarles salir en el nombre de Jesús. Hay que entrar en batalla con decisión y seguridad de victoria. Cristo nunca falla; Él es el libertador.
<> (Marcos 16: 17)
<> (Lucas 10: 19)
<> (Salmo 18: 2)
<< No tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes >> (Efesios 6: 12)
Toda esa actuación precisa de un común denominador: La fe. Y esa fe deberá ser muy práctica. Creyendo que los demonios están sujetos a nosotros en el nombre de Jesús, les mandamos que salgan, y les castigamos, imponiendo manos en (o hacia) la persona ministrada a la menor desobediencia de ellos. Tienen que saber y ver que nosotros:
• Creemos que somos hijos de Dios.
• Actuamos como hijos de Dios.
• Creemos que tenemos la autoridad de Cristo como hijos de Dios que somos.
• Ponemos en práctica lo que somos y creemos.
Consejo sabio para los que ministran liberación
Según hemos constatado a través de la experiencia, como norma general (siempre hay honrosas excepciones), antes de entrar en el proceso de mandar a los demonios que salgan de una persona, es preciso que ésta crezca en el Señor (si es nueva en la fe). Cuanto más de Dios pueda recibir, más fácil será el proceso de liberación consiguiente. Por otro lado, también veremos si la persona es genuina o no. ¡Cuántas veces hemos perdido el tiempo ministrando a personas nuevas en el Evangelio y en el proceso se desentendieron y volvieron atrás!; todo porque nos precipitamos al ver la necesidad, y no supimos esperar el momento adecuado.
La aparente necesidad no nos dirigirá, sino la sabiduría. En este contexto: Siempre habrá tiempo para la ministración de liberación.

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