lunes, 29 de junio de 2009

sábado, 27 de junio de 2009



ESTO FUE TREMENDO , TANTO ES TU AMOR SEÑOR!!!



YO SOY LA NIÑA DE SUS OJOS

martes, 23 de junio de 2009

-- Las Hordas de Infierno están Marchando (Lean todos Por Favor!!!)
(http://forocristiano.iglesia.net/showthread.php?threadid=11531)
Enviado por Martyr Dunamis el 11-02-2003 03:45:
Las Hordas Infernales Están
Marchando
Por: Rick Joyner
Traducido por: Arturo Perales
Revisión de estilo: Bart & Noé
Éste es un sueño y visión global que recibí a principios de 1995.
Evidentemente es alegórico, como son la mayoría de los sueños y
visiones. He intentado ser fiel a lo que realmente vi y
experimenté.
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I
El Ejército Maligno

Vi un ejército demoníaco tan grande que se extendía mas allá
del horizonte. Estaba organizado en divisiones, cada una
portando un estandarte diferente. Las principales divisiones y las
más poderosas eran Orgullo, Justicia Propia, Favoritismos,
Ambición Egoísta, y Juicio Injusto, pero la más grande de todas
era Celos. El líder de este inmenso ejército era el Acusador de
los Hermanos. Supe que había muchas divisiones malignas más allá
del alcance de mi vista, pero éstos eran la vanguardia de esta
horda terrible del infierno, que ahora estaba desatándose contra
la iglesia.
Las armas usadas por esta horda tenían nombres: las espadas se
denominaban Intimidación; las lanzas se llamaban Alevosía; y sus
flechas se llamaron Acusaciones, Chismes, Calumnias y Críticas.
Los exploradores y las compañías más pequeñas de demonios con
nombres como Rechazo, Amargura, Impaciencia, Rencor y
Lujuria, fueron enviadas al frente de este ejército para preparar
el ataque principal. Supe en mi corazón que la iglesia nunca había
enfrentado antes algo así.
La misión principal de este ejército era causar división. Fue
enviado para atacar cada nivel de las relaciones entre iglesias,
congregaciones con sus pastores, maridos y esposas, hijos y
padres, e incluso los hijos entre sí. Los exploradores fueron
enviados para localizar las grietas en iglesias, familias o
individuos, para provocar rechazo, amargura, lujuria, etc., para
hacerlas explotar y producir una grieta más grande para que
pasaran las divisiones del ejército que estaba llegando.
¡La parte más impactante de esta visión fue que esta horda no
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estaba montada en caballos, sino en Cristianos! La mayoría
estaban bien vestidos, eran respetables, y tenían apariencia de
ser refinados y educados. Éstos eran cristianos que se habían
abierto a los poderes de la oscuridad a tal grado que el enemigo
podía usarlos y ellos pensarían que servían a Dios. El Acusador
sabe que una casa dividida no puede permanecer de pie, y este
ejército representa su último intento para traer una división
completa a la iglesia, para que caiga completamente de la gracia.
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II
Los Prisioneros

Estas primeras divisiones arrastraban detrás de sí a una
inmensa multitud de otros cristianos que eran prisioneros de
este ejército. Estaban todos heridos, y eran custodiados por
pequeños demonios de Miedo. En el ejército, parecía haber más
prisioneros que demonios. Sorprendentemente, estos prisioneros
aún tenían sus espadas y escudos, pero no los usaban. Era
impresionante ver que tantos fuesen mantenidos cautivos por
unos pocos demonios pequeños de Miedo. Éstos podían ser
destruidos fácilmente o rechazados si simplemente los
prisioneros usaran sus armas.
Sobre los prisioneros el cielo estaba negro, lleno de buitres
llamados Depresión. Éstos se posaban sobre los hombros de los
prisioneros y vomitaban encima de ellos. El vómito era
Condenación. Cuando el vómito daba a algún prisionero, éste se
ponía de pie y marchaba un poco recto durante algún tiempo, y
después caía, aún más débil que antes. De nuevo, me pregunté por
qué los prisioneros no mataban a estos buitres con sus espadas,
podrían haberlo hecho fácilmente.
De vez en cuando un prisionero débil tropezaba y se caía. En
cuanto él o ella se desplomaban al suelo, los otros prisioneros
comenzaban a apuñalarlos con sus espadas y los ultrajaban al
hacerlo. Entonces llamaban a los buitres, para que comenzaran a
devorar a los caídos incluso antes de que estuvieran muertos.
Al mirar, comprendí que estos prisioneros pensaban que el vómito
de condenación era verdad de Dios. Entonces entendí lo que
estos prisioneros pensaban realmente, ¡que estaban marchando
en el ejército de Dios! Ésta es la razón por la cual no mataron a
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los pequeños demonios de miedo, o los buitres, ¡pensaron que eran
mensajeros de Dios! La oscuridad que proyectaba la nube de
buitres impidió a estos prisioneros el darse cuenta de que
aceptaban ingenuamente todo lo que les pasaba como algo del
Señor.
La única comida provista para estos prisioneros era el vómito de
los buitres. Aquéllos que se negaban a ingerirlo se debilitaban
hasta caerse. Aquéllos que lo comieron eran fortalecidos, pero
con la fuerza del maligno. Entonces comenzaban a vomitar sobre
los demás. Cuando alguien empezaba a hacer esto, se le
entregaba a un demonio que estaba esperando para cabalgar, y él
o ella eran llevados a las divisiones delanteras.
Aún peor que el vómito de los buitres era un limo repulsivo que
estos demonios estaban orinando y defecando sobre los
cristianos que montaban. Este limo era el orgullo, la ambición,
egoísmo, etc., ésa era la naturaleza de la escuadra de la que
formaban parte. Sin embargo, este limo hizo a los cristianos
sentirse mucho mejor que la condenación, creyeron fácilmente,
que los demonios eran mensajeros de Dios, y efectivamente
pensaron que este limo era la unción del Espíritu Santo.
Entonces la voz del Señor vino a mí diciendo, “Éste es el principio
del ejército del enemigo del día final. Éste es el último engaño de
Satanás, y su último poder de destrucción, se desata cuando usa
a Cristianos para atacar a otros Cristianos. A lo largo de las
edades ha usado este ejército, pero nunca ha podido capturar a
tantos para usarlos en sus malignos propósitos. ¡No temas! Yo
también tengo un ejército. Ahora debes permanecer de pie y
luchar, porque ya no hay ningún lugar donde esconderse de esta
guerra. Debes luchar por Mi Reino, la verdad, y por aquéllos que
han sido engañados.”
Había quedado tan asqueado e irritado por el ejército maligno,
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que prefería morirme en vez de vivir en semejante mundo. Sin
embargo, esta palabra del Señor me animó tanto que empecé a
gritar a los prisioneros cristianos que estaban siendo engañados,
pensando que me escucharían. Cuando lo hice, pareció que todo el
ejército se volvió a mirarme, pero seguí gritando. Pensé que los
cristianos iban a despertarse y comprender lo que les estaba
pasando, pero en cambio muchos comenzaron a sacar sus flechas
para dispararme. Los demás sólo vacilaron como si no supieran
qué hacer conmigo. Supe entonces que me había precipitado, y
que había cometido un terrible error.
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III
Comienza La Batalla

Entonces me volví y vi el ejército del Señor de pie detrás de mí.
Había miles de soldados, pero todavía éramos ampliamente
superados en número. Sólo un pequeño grupo portaba su
armadura completa, así que la mayoría sólo estaban protegidos
parcialmente. Un gran número de soldados ya estaban heridos. La
mayoría de los que todavía conservaban su armadura completa
tenían escudos muy pequeños, y supe que no los protegerían de la
matanza que estaba por llegar. La mayoría de estos soldados eran
mujeres y niños.
Detrás de este ejército había una chusma arrastrándose de la
misma forma que los prisioneros que seguían al ejército del mal,
pero muy diferente en su naturaleza. Parecían personas muy
felices, y estaban jugando, cantando, festejando y vagando de un
campamento a otro. Me recordó la atmósfera del festival
Woodstock. Intenté alzar mi voz sobre el clamor y advertirlos
que no era el tiempo para esto, que la batalla estaba a punto de
comenzar, pero sólo algunos podían oír mi voz. Aquéllos que me
escucharon, me saludaron con “la señal de paz” y dijeron que no
creían en la guerra, y que el Señor no permitiría que nada malo
les pasara. Intenté explicar que el Señor nos había dado la
armadura por una razón, pero respondieron distraídamente que
habían venido a un lugar de paz y alegría donde nada les pasaría.
Empecé a orar fervientemente para que el Señor aumentara la fe
(los escudos) de aquéllos con armadura, para ayudarnos a
proteger a los que no estaban listos para la batalla.
Un mensajero vino, me dio una trompeta y me dijo que la tocara
enseguida. Lo hice, y aquéllos que portaban por lo menos alguna
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parte de su armadura inmediatamente respondieron y mostraron
atención. Se trajo para ellos más partes de armadura, qué se
pusieron rápidamente. Noté que los que estaban heridas no se
pusieron la armadura sobre sus heridas, pero antes de que yo
pudiera decir algo, las flechas del enemigo empezaron a llover
sobre nosotros. Todos los que no llevaban puesta toda su
armadura eran heridos. Aquéllos que no habían cubierto sus
heridas fueron alcanzados de nuevo en el mismo sitio.
Los que fueron heridos por flechas de calumnia, inmediatamente
empezaron a calumniar a los que no estaban heridos. Los que
fueron heridos con chismes empezaron a chismear, y pronto una
gran división se había creado dentro de nuestro campamento.
Entonces los buitres atacaron descendiendo para atrapar a los
heridos y llevarlos al campamento de prisioneros. Los heridos
todavía tenían espadas y fácilmente podían golpear con violencia
a los buitres, pero no lo hicieron. En realidad fueron llevados de
buena gana porque estaban muy enfadados con el resto de
nosotros.
La escena que tenía lugar en el campamento detrás de nuestro
ejército era aún peor. Allí parecía haber un caos total. Miles
estaban echados en tierra, heridos y gimiendo. Muchos de los que
no estaban heridos sólo se sentaban con una expresión en sus
caras de estupor e incredulidad. Los heridos y los que se
sentaban en incredulidad eran llevados rápidamente lejos por los
buitres. Algunos estaban intentando ayudar a los heridos,
alejando a los buitres, pero los heridos estaban tan enojados que
amenazaban y ahuyentaban a los que intentaban ayudarlos.
Muchos de los que no estaban heridos simplemente huían tan
rápido como podían del lugar donde acontecía la batalla. Este
primer encuentro con el enemigo fue tan devastador que me sentí
tentado de unirme a ellos en su vuelo. Entonces, rápidamente,
algunos de éstos soldados empezaron a reaparecer con
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armaduras, y grandes escudos. El estupor mudó en alegría.
Comenzaron a ocupar los lugares de los caídos, e incluso
comenzaron a formar nuevas líneas para proteger la retaguardia
y los flancos. Éstos soldados nos infundieron gran valor, y todos
decidimos ponernos de pie y luchar hasta la muerte.
Inmediatamente tres grandes ángeles llamados Fe, Esperanza, y
Amor vinieron y se posicionaron de pie detrás de nosotros,
entonces el escudo de todos empezó a crecer.
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IV
El Camino Alto

Estábamos armados con espadas llamadas la Palabra de Dios, y
flechas que se denominaban con verdades bíblicas. Queríamos
devolver los disparos, pero no sabíamos cómo hacerlo sin
alcanzar a los cristianos que eran montados por los demonios.
Entonces se nos ocurrió que si estos cristianos eran golpeados
con la verdad despertarían y lucharían contra sus opresores.
Disparé algunas flechas. Casi todas golpearon a los cristianos. Sin
embargo, cuando las flechas de la verdad les penetraban, no se
despertaron ni cayeron heridos, más bien se enfurecieron y el
demonio que los montaba creció mucho más. Esto asustó a todos,
y empezamos a sentir que ésta podía ser una batalla imposible de
ganar, pero con Fe, Esperanza y Amor estábamos seguros que por
lo menos podríamos defender nuestra posición. Apareció
entonces otro ángel llamado Sabiduría y colocándose detrás
nuestro nos dirigió en la lucha.
En la montaña había salientes en distintos niveles tan altos como
alcanzaba la vista. A más altura los salientes se volvían más
angostos, y resultaba más difícil el permanecer de pie. Cada nivel
recibía el nombre de una verdad bíblica. Los niveles más bajos se
llamaban por verdades fundamentales como “la Salvación,” “la
Santificación,” “la Oración,” “la Fe,” etc., y los niveles más altos
se nombraban por verdades bíblicas más avanzadas. Mientras
más alto subimos, más grandes se volvían nuestros escudos, y
nuestras espadas crecieron, y menos flechas enemigas podían
alcanzar esa posición.
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V
Un Error Trágico

Algunos que se habían quedado en los niveles más bajos
comenzaron a recoger las flechas enemigas y a dispararlas de
vuelta. Fue un trágico error. Los demonios esquivaban las flechas
con facilidad haciendo que alcanzaran a los cristianos. Cuando un
cristiano era golpeado por las flechas de acusación o calumnia, un
demonio de amargura o ira volaba sobre él y se posaba sobre esa
flecha. Entonces comenzaba a orinar y a defecar su veneno sobre
ese cristiano. Cuando un cristiano tenía dos o tres de estos
demonios agregados al Orgullo o la Justicia Propia, éste
comenzaba a transformarse a la imagen corrompida de los
demonios.
Podíamos ver este acontecimiento desde los niveles más altos,
pero en los niveles más bajos, los que estaban usando las flechas
del enemigo no podían verlo. La mitad de nosotros decidió seguir
subiendo, mientras la otra mitad descendió atrás a los niveles
más bajos, para explicar a los que estaban allí lo que sucedía.
Entonces todos fuimos advertidos de que debíamos seguir
subiendo y no detenernos, salvo algunos que se asentaron en cada
nivel para salvaguardar a los otros soldados que subían más alto.
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VI
Seguridad

Cuando alcanzamos el nivel llamado “La Unidad de los
Hermanos,” ninguna de las flechas del enemigo podía alcanzarnos.
Muchos en nuestro campamento decidieron que era hasta aquí
donde necesitaban subir. Entendí que con cada nuevo nivel el
suelo era más inestable. Sin embargo cuanto más alto subía,
también me sentía mucho más fuerte y más hábil en el manejo de
mis armas, así que continué subiendo.
Pronto mis habilidades eran lo bastante buenas cómo para
disparar y acertar a los demonios sin dar a los cristianos. Sentía
que si seguía yendo más alto podría disparar bastante mas lejos
para atinar a los líderes de la horda maligna que se quedó en la
retaguardia del ejército enemigo. Me pesaba que muchos se
habían detenido en los niveles más bajos, donde estaban seguros
pero no podían golpear al enemigo. Aun así, la fuerza y carácter
que crecieron en los que siguieron subiendo los transformó en
grandes guerreros, cada uno de los que conocí destruirían a
muchos del enemigo.
En cada nivel estaban las flechas de la Verdad esparcidas por el
suelo, supe que fueron dejadas por los que habían caído de esa
posición. Todas las flechas se denominaban por la Verdad de ese
nivel. Algunos eran reticentes a recoger estas flechas, pero supe
que necesitábamos todo lo que lográramos encontrar para
destruir la gran horda de abajo. Recogí una, disparé, y tan
fácilmente acerté a un demonio, que los demás empezaron a
recogerlas y a dispararlas. Empezamos a diezmar algunas de las
divisiones enemigas. Debido a esto, todo el ejército del mal, fijó
su atención en nosotros. Durante un tiempo parecía que mientras
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más derribábamos, surgían mas que se nos oponían. Aunque
nuestra tarea parecía interminable, se había vuelto alentadora.
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VII
La Palabra es nuestra Ancla

Nuestras espadas crecían cuando alcanzábamos cada nivel. Casi
relegué la mía porque no parecía necesitarla en los niveles más
altos. Decidí finalmente que me había sido dada con un propósito,
así que mejor la guardé. La clavé en tierra y me así a ella
mientras disparaba al enemigo. La voz del Señor vino entonces a
mí diciendo: “Has usado la sabiduría que permitirá que sigas
subiendo. Muchos se han caído porque no usaron su espada
adecuadamente para anclarse”. Nadie más parecía oír esta voz,
pero muchos vieron lo que yo había hecho e hicieron lo mismo.
Me pregunté por qué el Señor no me había hablado antes de que
yo tomase esta decisión. Entonces tuve un sentir de que de algún
modo Él ya me lo había dicho. Entonces percibí que durante toda
mi vida había estado entrenándome para esto. Estaba preparado
en función de cómo había escuchado al Señor y lo había
obedecido a lo largo de mi vida. También supe que por alguna
razón la sabiduría y el entendimiento que tenía ahora, no podía
aumentarse o quitarse durante esta batalla. Me sentí
profundamente agradecido por cada prueba que había
experimentado en mi vida, y afligido por no haberlas apreciado
más en ese momento.
Pronto estábamos acertando a los demonios con una precisión
casi perfecta. La rabia del ejército enemigo subió como fuego y
azufre. Supe que los cristianos atrapados en ese ejército
estaban sintiendo ahora el choque de esa rabia. Incapaces de
alcanzarnos, ahora estaban disparándose el uno al otro. Con sus
flechas ineficaces ahora contra nosotros, el enemigo envió a los
buitres para atacar. Aquéllos que no habían usado sus espadas
como anclas, pudieron derribar a muchos de los buitres, pero
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también estaban siendo derribados de los riscos donde estaban
de pie. Algunos de éstos aterrizaron en un nivel más bajo, pero
otros cayeron hasta el fondo y fueron atrapados y llevados por
los buitres.
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VIII
Un Arma Nueva

Las flechas de la Verdad raramente traspasaban a los buitres,
pero los herían lo suficiente como para que retrocedieran. Cada
vez que eran repelidos algunos de nosotros subíamos al siguiente
nivel. Cuando alcanzamos el nivel llamado “Gálatas 2:20” *
estábamos por encima de la altitud en que los buitres podían
volar. A este nivel el cielo casi nos deslumbraba con su brillo y
belleza. Sentí paz como nunca la había sentido antes.
Anteriormente mucho de mi espíritu de lucha en realidad era
motivado por el odio y rencor hacia el enemigo así como por la
causa del reino, la verdad, y el amor por los prisioneros. Pero fue
en este nivel que me puse a la par con Fe, Esperanza, y Amor, qué
anteriormente seguía de lejos. En este nivel fui sobrecogido por
el poder de ellos casi por su gloria. Cuando me puse al corriente
con ellos se volvieron a mí, y comenzaron a reparar y pulir mi
armadura. Pronto fue completamente transformada y exudaba la
gloria que estaba en ellos. Cuando tocaron mi espada, grandes
relámpagos comenzaron a relucir en ésta. Amor dijo entonces,
“Aquéllos que alcanzan este nivel se les confían los poderes de la
edad por venir, pero debo enseñarte cómo usarlos.”
El nivel “Gálatas 2:20” era tan ancho que ya no había ningún
peligro de caerse. Había también flechas ilimitadas con el
nombre Esperanza escrito en ellas. Disparamos algunas de estas
apuntando abajo a los buitres, y estas flechas los mataron
fácilmente. La mitad de los que habían alcanzado este nivel
continúo disparando, mientras los otros comenzaron a descender
portando estas flechas para aquéllos que estaban en los niveles
más bajos.
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* 20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo
que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se
entregó a sí mismo por mí.
Los buitres siguieron viniendo en oleadas a los niveles de debajo,
pero en cada oleada había menos que antes. Desde el nivel
“Gálatas Dos Veinte”, podíamos acertarle a cualquier integrante
del ejército enemigo excepto a los líderes, quiénes todavía
estaban fuera de alcance. Decidimos no usar las flechas de la
Verdad hasta que hubiéramos destruido a todos los buitres,
porque la nube de depresión que crearon hacía que la verdad
fuera menos eficaz. Esto llevó mucho tiempo, pero nosotros no
desfallecíamos.
Fe, Esperanza y Amor, habían crecido como nuestras armas con
cada nivel, eran ahora tan grandes que sabía que podrían verlas
las personas alejadas más allá del campo de batalla. Su gloria
incluso irradió en el campamento de prisioneros, que aún estaban
bajo una gran nube de buitres. La alegría continuó creciendo en
todos nosotros. Sentía que estando en este ejército, en esta
batalla, tenía que ser una de las más grandes aventuras de todo
los tiempos.
Después de destruir a la mayor parte de los buitres que habían
estado atacando a nuestra montaña, empezamos a disparar a los
buitres que habían cubierto a los prisioneros. Así que cuando la
nube de oscuridad comenzó a disiparse y el sol empezó a brillar
sobre ellos, comenzaron a despertarse como si hubieran estado
en un sueño profundo. Se asquearon inmediatamente de su
condición, sobre todo por el vómito que todavía los cubría, y
empezaron a limpiarse. Cuando miraron a Fe, Esperanza y Amor,
vieron la montaña en que estábamos y comenzaron a correr hacia
ella. La horda mala arrojó una lluvia de flechas de acusación y
calumnia sobre ellos, pero no se detuvieron. Cuando llegaron a la
montaña muchos tenían una docena o más de flechas clavadas,
pero parecían no darse cuenta. En cuanto empezaron a escalar la
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montaña sus heridas empezaron a sanar. Con la nube de depresión
que se dispersaba parecía como si todo fuera mucho más fácil.
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IX
La Trampa

Los ex prisioneros tenían gran gozo en su salvación. Parecían tan
sobrecogidos por cada nivel, el empezar a escalar la montaña hizo
que apreciáramos mucho más esas verdades. Pronto una
resolución feroz para luchar contra el enemigo se levantó
también en los ex prisioneros. Se pusieron la armadura que
recibieron, y rogaron que se les permitiera volver atrás para
atacar al enemigo. Recapacitamos sobre ello, pero decidimos
quedarnos en la montaña a luchar. De nuevo la voz del Señor
habló y dijo: “Por segunda ocasión has escogido con sabiduría. No
puedes ganar si intentas luchar contra el enemigo en su propia
terreno, por eso debes permanecer en Mi Monte Santo.”
Quedé aturdido porque habíamos tomado otra decisión de gran
importancia simplemente pensándolo y discutiéndolo brevemente.
Decidí entonces esforzarme para no tomar ninguna decisión sin
oración. Sabiduría escaló hacia mí rápido, me tomó de los
hombros y me miró fijamente, y dijo: “¡Escucha lo que debes
hacer!” Noté entonces que, aunque había estado en la ancha
meseta de “Gálatas Dos Veinte,” me había acercado al mismo
borde incluso sin saberlo, y pude haberme caído fácilmente. Miré
de nuevo a los ojos de Sabiduría, y él dijo con suma seriedad,
“Pon atención cuando crees que permaneces firme, no sea que
caigas. En esta vida puedes caer de cualquier nivel.”
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X
Las Serpientes

Durante mucho tiempo continuamos matando buitres y
disparando a los demonios que estaban montados sobre los
cristianos. Nos dimos cuenta que la Verdad que portaba cada
flecha tenía un efecto diferente en cada tipo de demonio.
Supimos que iba a ser una larga batalla, pero ya no teníamos
bajas, ya habíamos pasado el nivel de “Paciencia”. Aun así, a pesar
de que estos cristianos estaban libres de los demonios, ya
derribados por los disparos, pocos venían a la montaña. Muchos
habían asumido la naturaleza de los demonios, y continuaban en
su engaño aún sin ellos. Al disiparse la oscuridad de los demonios
pudimos ver la tierra moviéndose alrededor de los pies de estos
cristianos. Entonces vi que sus piernas estaban apresadas por
serpientes llamadas Vergüenza.
Disparamos flechas de la Verdad a las serpientes, pero tenían
poco efecto. Entonces probamos las flechas de Esperanza, pero
sin resultado. Desde “Gálatas Dos Veinte” era muy fácil ir más
alto, así que nos pusimos en marcha a los niveles más altos.
Pronto pasamos por un jardín que era el lugar más hermoso que
haya visto nunca. Encima de la entrada de este jardín estaba
escrito, “El Amor Incondicional del Padre”. Era la más gloriosa y
atractiva puerta que había visto jamás, así que fuimos compelidos
a entrar. En cuanto lo hicimos, vimos el Árbol de la Vida en el
medio de este jardín. Todavía era defendido por ángeles de
imponente fuerza. Parecían como si hubieran estado
esperándonos, así que tuvimos el valor para pasarlos y caminar
hacia el árbol. Uno de ellos dijo, “Aquéllos que logran llegar a
este nivel y que conocen el amor del Padre pueden comer.”
No me había dado cuenta de lo hambriento que estaba. Cuando
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probé la fruta, era mejor que ninguna cosa que haya saboreado
alguna vez, pero también de algún modo me era familiar. Me trajo
recuerdos del brillo del sol, lluvia, campos hermosos, la puesta
del sol sobre el océano, pero aún más que eso, de las personas
que amo. Con cada bocado amé todo y a todos aún más. Entonces
mis enemigos empezaron a venir a la mente, y los amé también. El
sentimiento fue pronto mayor que cualquier cosa que haya
experimentado alguna vez, incluso la paz en “Gálatas Dos Veinte”.
Entonces oí la voz del Señor, y Él dijo, “Éste es ahora tu pan
diario. Nunca se te faltará, puedes comer mucho y tan a menudo
como gustes. No hay fin de Mi amor.”
Buscaba con la mirada en el árbol intentando ver de donde
procedía la voz, y vi que estaba lleno águilas de un blanco puro.
Tenían los ojos más hermosos y penetrantes que haya visto
nunca. Estaban mirándome como si esperaran instrucciones. Uno
de los ángeles dijo, “Ellas llevarán a cabo tu orden. Estas águilas
comen serpientes”. Dije, “¡Vayan! Devoren la vergüenza que ha
atrapado a nuestros hermanos”. Abrieron sus alas y vino un gran
viento que las alzó en el aire. Estas águilas llenaron el cielo de
una gloria deslumbrante. Aun estando tan elevados, podía
escuchar los gritos de terror del campamento enemigo al ver que
estas águilas iban hacia ellos.
El Señor Jesús estaba de pie en medio de nosotros. Él tocó a
cada uno, entonces dijo, “Debo compartir ahora con vosotros lo
que compartí con sus hermanos después de mi ascensión, el
mensaje de Mi Reino. El ejército más poderoso del enemigo ha
sido ahora puesto en retirada pero no destruido. Ahora es el
tiempo para que marchemos adelante con el evangelio de Mi
reino. Las águilas se han soltado e irán con nosotros. Tomaremos
flechas de cada nivel, pero Yo Soy vuestra Espada, y Yo Soy
vuestro Capitán. Es ahora tiempo para que la Espada del Señor
sea desenfundada.”
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Me volví entonces y vi que todo el ejército del Señor estaba
firme en ese jardín. Había hombres, mujeres y niños de todas las
razas y naciones, cada uno portando sus estandartes ondeando
por el viento con unidad perfecta. Supe que nada así se había
visto en la tierra antes. Sabía que el enemigo tenía muchos más
ejércitos, y fortalezas a lo largo de la tierra, pero ninguno podría
estar de pie ante este gran ejército. Casi dije sin aliento, “Éste
debe ser el día del Señor”. La toda la hueste contestó entonces
atronadoramente, “El día de Jehová de los Ejércitos ha llegado.”
Estábamos firmes en el Jardín de Dios bajo el Árbol de la Vida.
Parecía que todo el ejército estaba allí arrodillado ante el Señor
Jesús. Él nos había dado simplemente el encargo de regresar a la
batalla por causa de nuestros hermanos que todavía estaban
atados, por todo el mundo que Él todavía amaba. Era una orden
maravillosa y terrible. Era maravillosa sólo porque procedía de Él.
Era terrible porque implicaba que tendríamos que dejar Su
manifiesta presencia, y el Jardín que era más hermoso que
cualquier cosa antes vista por mí. Dejar todo esto para entrar en
la batalla parecía incomprensible.
El Señor continuó Su exhortación: “Les he dado dones
espirituales, poder, y un entendimiento creciente de Mi palabra y
Mi reino, Pero el arma más grande que ha sido dada a vosotros es
el amor del Padre. Mientras caminéis en el amor de mi Padre
nunca fallareis. La fruta de este árbol es el amor del Padre que
se manifiesta en Mí. Este amor que está en Mí debe ser vuestro
pan diario.”
El Señor no era lo que nosotros podríamos considerar ser de una
apariencia notablemente bien parecida, su apariencia no se salía
de lo normal. Aun así, la gracia con la que se movía y hablaba le
convertía en la persona más extraordinaria que haya visto jamás.
Él estaba más allá de cualquier definición humana de dignidad y
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nobleza. Ninguna pintura que hubiera buscado captar su parecido
podría hacerlo jamás, pero de algún modo la mayoría de ellas
tienen cierta semblanza de Él. Empecé a pensar, cómo Él es todo
lo que el Padre ama y estima. Él está lleno de gracia y verdad, al
punto que parecía que nada más que la gracia y la verdad deben
importar en la vida.
Cuando comí el fruto del Árbol de la Vida, el pensamiento de todo
lo bueno que he conocido pareció inundar mi alma. Cuando Jesús
habló ocurrió lo mismo, sólo que magnificado. Yo nunca quise
dejar este lugar. Recordé cómo había pensado una vez que debía
ser aburrido para los ángeles, no hacer otra cosa que adorarlo
ante el trono. Ahora sabía que no había nada más maravilloso o
estimulante que simplemente adorarle. Ésa sería ciertamente el
mejor lugar del cielo. Era duro pensar que yo había luchado tanto
contra el aburrimiento durante los servicios de adoración. Ahora
sabía que sólo era porque había estado completamente alejado de
la realidad durante esos momentos.
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XI
Adorando en Espíritu y Verdad

Quedé abrumado con el deseo de remontarme en el tiempo y
corregir esas veces que durante el culto había permitido a mi
mente vagar, o me había ocupado con otras cosas. El deseo de
expresar mi adoración a Él se hizo casi incontrolable. ¡Tenía que
alabarlo! Cuando abrí mi boca me impresioné por la espontánea
adoración que hizo erupción al mismo tiempo en todo el ejército.
Casi me había olvidado que alguien más estuviera allí, pero
estábamos todos en perfecta unidad. La gloriosa adoración no
podría expresarse en idioma humano.
Mientras adorábamos, una luz dorada empezó a emanar del
Señor, luego había plata alrededor del oro. Entonces los colores
de una riqueza de que nunca he visto con mis ojos naturales, nos
envolvió a todos. Con esta gloria entré en un ámbito de emoción
que nunca había experimentado. De algún modo, entendí que su
gloria había estado allí desde el principio, pero cuando nos
enfocamos en Él de la manera que lo hicimos en la adoración,
empezamos a ver más de Su gloria. Cuanto más intensamente
adorábamos, Más gloria veíamos. Si éste era el cielo, era mucho,
mucho mejor de lo que había soñado nunca.
25
XII
Encontrando su Morada

No tengo idea de cuánto tiempo duró esta adoración. Pudieron
ser meses, no había ninguna manera de medir el tiempo en ese
ámbito de gloria. Durante un tiempo cerré los ojos porque la
gloria que estaba viendo con mi corazón era tan grande como la
que veía con mis ojos físicos. Cuando abrí los ojos quedé
sorprendido al ver que el Señor ya no estaba allí, pero una tropa
de ángeles estaba de pie donde Él había estado. Uno de ellos se
acercó y dijo, “Cierra tus ojos de nuevo”. Cuando lo hice, vi la
gloria del Señor de nuevo y quedé muy aliviado.
Entonces el ángel explicó, “lo que ves con los ojos de tu corazón
es más real que lo qué ves con tus ojos físicos”. ¡Yo había
predicado esto en muchas ocasiones, pero cuan poco había
caminado en ello! El ángel continuó, “fue por esta razón que el
Señor dijo a sus primeros discípulos que era mejor que Él
marchase para que así fuese enviado el Espíritu Santo. El Señor
mora dentro de ti. Has enseñado esto muchas veces, pero ahora
debes vivirlo, porque has comido del Árbol de la Vida.”
Entonces el ángel empezó a llevarme de regreso a la puerta.
Protesté diciendo que no quería salir. Aparentemente
sorprendido, el ángel me tomó por los hombros y me miró a los
ojos. Entonces lo reconocí como el ángel Sabiduría. “Nunca tienes
que dejar este jardín. Este jardín está en tu corazón porque el
Creador mismo está dentro de ti. Has deseado la mejor parte,
adorarle y sentarte para siempre en Su presencia, y nunca te
será quitada.”
Reconocí lo qué Sabiduría había dicho, y entonces miré más allá
de él, a la fruta del Árbol de la Vida. Tenía el irrefrenable
26
impulso de agarrar toda la que pudiera antes de salir. Conociendo
mis pensamientos, Sabiduría me sacudió suavemente. “No. Incluso
esta fruta, recogida con miedo, se pudrirá. Esta fruta y este
árbol están dentro de ti porque Él está en ti. Debes creerlo.”
Cerré los ojos, e intenté ver al Señor de nuevo pero no pude.
Cuando abrí los ojos Sabiduría todavía estaba mirándome
fijamente. Con gran paciencia continuó, “has saboreado una
porción del reino celestial, y nadie quiere regresar otra vez a la
batalla después de esto. Nadie quiere jamás dejar la presencia
manifiesta del Señor. Cuando el apóstol Pablo llegó aquí no dejó
de desear durante toda su vida regresar, decidió quedarse y
trabajar para el Señor, aunque al volver aquí para entrar en su
herencia; su herencia fue magnificada entre más tiempo se
quedó. Ahora que tienes el corazón de un verdadero adorador
siempre querrás estar aquí, y siempre podrás regresar cada vez
que entres en verdadera adoración. Mientras más centrado estés
en Él, mayor gloria verás, sin importar donde estés.”
Las palabras de Sabiduría me habían calmado finalmente. De
nuevo cerré los ojos sólo para agradecer al Señor esta
maravillosa experiencia, y la vida que Él me había dado. Cuando lo
hice, empecé a ver su gloria de nuevo, toda la emoción de la
experiencia anterior de adoración inundó mi alma. Las palabras
del Señor eran tan fuertes y claras para mí, que estaba seguro
que eran audibles; “Yo nunca te dejaré ni te desampararé.”
“Señor, perdona mi incredulidad,” respondí. “Por favor ayúdame a
no abandonarte nunca.”
27
XIII
Caminando Con Sabiduría

Cuando abrí los ojos, Sabiduría todavía estaba sujetando mis
hombros. “Yo soy el don fundamental que se te ha dado para tu
trabajo. Te mostraré el camino, y te mantendré en él, pero sólo
el amor te mantendrá fiel. La sabiduría más alta es amar al
Señor.”
Entonces Sabiduría me soltó y empezó a caminar hacia la puerta.
Le seguí con renuencia. Recordé la emoción de la batalla y el
ascenso a la montaña, y me estaba compeliendo, pero nada era
comparable a la presencia del Señor y la adoración que había
experimentado. Dejar esto era el mayor sacrificio que había
hecho nunca. Entonces recordé cómo estaba todo en mi interior,
asombrándome que pudiera olvidarme de eso tan rápidamente.
Empecé a pensar sobre la gran batalla que rugía dentro de mí,
entre lo que vi con mis ojos físicos y lo que vi con mi corazón.
Avancé para caminar al lado de Sabiduría, y pregunté, “He orado
durante 26 años ser llevado al tercer cielo como Pablo. ¿Es éste
el tercer cielo?”
“Esto es parte de él, pero hay mucho más.” Contestó.
“¿Se me permitirá ver más?”
“Verás mucho más. Estoy llevándote a ver más ahora.”
Empecé a pensar en el libro de Apocalipsis. “La revelación de
Juan ¿fue parte del tercer cielo?” Pregunté.
“Parte de la revelación de Juan era del tercer cielo, pero la
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mayor parte era del segundo cielo. El primer cielo fue antes de la
caída del hombre. El segundo cielo es el ámbito espiritual durante
el reino de mal en la tierra. El tercer cielo comprende el amor y
dominio del Padre que prevalecerán de nuevo sobre la tierra a
través de su Rey.”
“¿Cómo era el primer cielo?” Sintiendo un extraño escalofrío
cuando lo pregunté.
“Es sabio no preocuparse sobre eso ahora,” mi compañero
respondió con más seriedad pues mi pregunta parecía molestarle.
“La sabiduría es buscar conocer el tercer cielo así como lo has
hecho. Hay mucho más por conocer sobre el tercer cielo de lo
que puedas saber en esta vida, y es el tercer cielo, el reino que
ustedes predican con afán en esta vida. En las edades por venir
se les dirá sobre el primer cielo, pero no es de provecho para ti
saberlo en este momento.”
Decidí recordar el escalofrío que había sentido, y Sabiduría
cabeceó, supe que era una afirmación a ese pensamiento. “Que
gran compañero eres, dije cuando me inundó un gran cariño por el
ángel. “Me guardarás en el camino correcto.”
“Eso quiero,” contestó.
Efectivamente sentía el amor fluyendo de este ángel, que era
único, de una manera como nunca había sentido en otros ángeles
que mostraron más preocupación por el deber que por amor.
Sabiduría respondió a mis pensamientos como si los hubiera
declarado en voz alta.
“Es sabio amar y yo no podría ser Sabiduría si no te amara.
También es sabio mirar la bondad y la severidad de Dios. Es sabio
amarlo y temerlo. Estarás engañado si lo haces de otra manera.
29
Ésta es la próxima lección que debes aprender”. Dijo, con
inequívoca seriedad.
“Lo sé, y lo he enseñado muchas veces,” respondí, sintiendo por
primera vez que quizá Sabiduría no me conocía del todo.
“He sido tu compañía desde hace muchísimo tiempo, y conozco
tus enseñanzas,” contestó Sabiduría. “Ahora estas a punto de
aprender lo que significan algunas de tus propias enseñanzas.
Como has dicho muchas veces, 'no es por creer con tu mente,
sino con tu corazón lo que produce justicia.’”
Me disculpé, sintiéndome un poco avergonzado por haber
cuestionado a Sabiduría. Él aceptó mi disculpa cortésmente.
Entonces comprendí que había estado cuestionándole y
desafiándole la mayor parte de mi vida, a menudo para mi
perjuicio.
30
XIV
La otra mitad del amor

Hay ocasiones para adorar al Señor,” Sabiduría continuó, “y
hay tiempos para honrarlo con el más grande temor y respeto.
Así como hay un tiempo para plantar, y un tiempo para segar, y es
sabio reconocer el tiempo para cada cosa. La verdadera sabiduría
conoce los tiempos y sazones de Dios. Te traje aquí porque era
tiempo para adorar al Señor en la gloria de su amor. Estoy
llevándote ahora a otro lugar porque es tiempo para que lo adores
en el temor de su juicio. Cuando conozcas ambos lugares de
adoración, entonces podremos separarnos.”
“¿Quiere decir que si me hubiera quedado atrás allí en ese culto
glorioso me lo habría perdido?” Pregunté con escepticismo.
“Sí. Siempre te habría visitado cuando pudiera, pero raramente
habríamos cruzado caminos. Es difícil dejar tal gloria y paz, pero
ésa no es la revelación entera del Rey. Él es ambos: el León de
Judá y el Cordero. A los ojos de los niños espirituales Él es el
Cordero. A los ojos de los que están madurando Él es el León. Al
madurar totalmente en plenitud conoces que Él es el León y el
Cordero a la vez. Has sabido esto en tu mente, y he oído que lo
enseñas, pero ahora lo sabrás en tu corazón, porque estás a
punto de experimentar el trono del juicio de Cristo.
31
XV
El Regreso a la Batalla

Antes de abandonar los portones del Jardín pregunté a
Sabiduría si podía sentarme durante algún tiempo, para repasar
todo lo que acababa de experimentar. “Sí, debes hacerlo. Pero
tengo un lugar mejor para que lo hagas.” Contestó.
Seguí a Sabiduría fuera de las verjas y empezamos a descender
la montaña. Para mi sorpresa la batalla continuaba todavía, pero
no tan intensamente como cuando ascendimos. Había todavía
flechas de acusación y calumnia volando sobre los niveles más
bajos, pero la mayoría de la horda enemiga que quedaba, estaba
atacando furiosamente a las grandes águilas blancas. Las águilas
prevalecían sin esfuerzo.
Seguimos descendiendo hasta que casi estuvimos en el fondo.
Sólo por encima de los niveles de “Salvación” y “Santificación” el
nivel era “Acción de gracias y Alabanza”. Recordaba muy bien
este nivel, porque uno de los más devastadores ataques del
enemigo ocurrió cuando intenté alcanzarlo primero. A partir de
este nivel el resto de la subida era mucho más fácil, y si una
flecha penetraba la armadura sanaba rápidamente.
En cuanto el enemigo me descubrió en este nivel (el enemigo no
podía ver a Sabiduría), una lluvia de flechas comenzó a caer
sobre mí. Las desvié tan fácilmente con el escudo que el enemigo
dejó de disparar. Sus flechas casi se habían acabado y no podían
permitirse el lujo de gastar más.
Los soldados que todavía estaban luchando desde este nivel me
miraban asombrados con una fijación que me hizo sentir
incómodo. Entonces noté primero que la gloria del Señor estaba
32
emanando de mi armadura y escudo. Les dije que subieran a la
cima de la montaña sin detenerse, y ellos también verían al
Señor. En cuanto estuvieron de acuerdo en subir, vieron a
Sabiduría. Empezaron a postrarse para adorarle, pero él los
refrenó, y los envió en su camino.
33
XVI
Los Fieles

Estaba lleno de amor por estos soldados, muchos de los cuales
eran mujeres y niños. Sus armaduras eran un desastre, y estaban
cubiertos de sangre, pero no se habían rendido. De hecho todavía
estaban alegres y animados. Les dije que merecían más honor que
yo, porque habían llevado la gran carga de la batalla, y habían
mantenido su terreno. Parecían no creerme, pero apreciaron lo
que les dije. Realmente sentí que era verdad.
Cada nivel en la montaña tenía que ser defendido o los buitres
que quedaban vendrían y lo llenarían con vómitos y excrementos
lo que hacía difícil mantenerse de pie. Descubrí que la mayoría de
las riscos estaban ocupados por soldados que eran de diferentes
denominaciones, o movimientos que daban énfasis a la verdad del
nivel que estaban defendiendo. Quedé avergonzado por la actitud
que había mantenido hacia a algunos de estos grupos. Había
considerado algunos de ellos descarriados, pero aquí estaban
luchando fielmente contra un asalto terrible del enemigo. Su
defensa de estas posic iones me había permitido seguir subiendo
como lo hice.
Algunos de estos niveles fueron situados para que hubiera una
buena visión de parte de la montaña o del campo de batalla, pero
algunos soldados estaban tan aislados que solo podían ver su
propia posición, y parecía que no tenían noticia sobre el resto de
la terrible batalla. A menudo estaban heridos con saetas de
calumnia y acusaciones a las que resistían cuando alguien bajaba
de un nivel más alto y les animaban a que subieran con ellos. Sin
embargo, cuando algunos empezaron a bajar de la cima
reflejando la gloria del Señor, escucharon con gran alegría, y
pronto empezaron a subir con valor y resolución. Cuando
34
observaba todo esto, Sabiduría no dijo mucho, pero parecía muy
interesado en mis reacciones.
35
XVII
La realidad descubierta

Miré y vi, como muchos soldados que habían subido a la cima
iniciaron el descenso a todos los niveles para aliviar a los que
habían estado ocupando su posición en esas verdades. Al hacerlo,
cada nivel empezó a brillar con la gloria que ellos llevaban. Pronto
toda la montaña comenzó a brillar con una gloria que
deslumbraba a los buitres y a los demonios que quedaban. Había
tanta gloria que la montaña me empezó a dar la misma sensación
que tenía en el jardín.
Empecé a agradecer y alabar al Señor e inmediatamente me
encontré de nuevo en su presencia. Era difícil contener las
emociones y gloria que inundaba mi más profundo ser. La
experiencia se hizo tan intensa que tuve que detenerme durante
un instante. Sabiduría estaba de pie a mi lado. Poniendo su mano
en mi hombro dijo, “Entra en sus puertas con acción de gracias,
en sus atrios con alabanza.”
“¡Era tan real! Sentí como estaba allí de nuevo,” exclamé.
“Estabas allí,” contestó Sabiduría. “No se ha vuelto más real,
pero tu sí. Así como el Señor le dijo al ladrón en la cruz, 'Hoy
estarás conmigo en el Paraíso, puedes entrar en el Paraíso en
cualquier momento. El Señor, Su Paraíso, y esta montaña, están
todos morando en ti, porque Él está en ti. Lo que antes eran
sombras ahora es realidad para ti, porque has coronado la
montaña. La razón por la que puedes verme y otros no pueden es
porque has entrado donde está Mi habitación. Ésta es la realidad
que los profetas conocieron, que les dio gran valor incluso cuando
estaban solos y los mantuvo imperturbables contra los ejércitos.”
36
XVIII
La Trampa Mortal

Entonces fijé mi vista en la encarnizada batalla que se
desarrollaba al pie de la montaña, y vi al ejército demoníaco
retirándose despacio. Detrás de mí, más guerreros gloriosos
constantemente iban tomando sus posiciones en la montaña. Me
di cuenta que ahora había suficientes para atacar y destruir lo
que quedaba de esta horda del enemigo. “Aún No,” dijo Sabiduría.
“Mira allí”. Miré en la dirección en la que estaba señalando, pero
para poder ver algo, tenía que resguardar mis ojos de la gloria
que emanaba de mi propia armadura. Entonces vislumbré que algo
ocurría en un valle.
No veía con claridad lo que estaba mirando, porque la gloria que
emitía mi armadura hacía difícil ver en la oscuridad. Pedí a
Sabiduría que me diera algo con que cubrir mi armadura, para
poder ver lo que sucedía. Me dio un manto muy sencillo para
cubrirme. “¿Qué es esto?” Inquirí, un poco insultado por su
sencillez. “La humildad,” dijo Sabiduría. “No podrás ver muy bien
sin ella”. Reticente me lo puse e inmediatamente, vi muchas cosas
que antes no podía ver. Miré hacia el movimiento que había visto
en el valle. Para mi asombro había oculta una división entera de la
horda enemiga que aguardaba para emboscar a cualquiera que se
aventurase fuera de la montaña.
“¿Qué ejército es ese?” Pregunté, “¿y cómo escaparon de la
batalla intactos?”
“Ésa es la división del Orgullo,” explicó Sabiduría. “Ése es el
enemigo más difícil de ver tras haber estado en la gloria.
37
Aquellos que se niegan a ponerse esta capa sufrirán mucho a
manos de este enemigo tan corruptor.”
Cuando volví a mirar la montaña, y vi a muchos de los gloriosos
guerreros atravesando la llanura para atacar la retaguardia de la
horda enemiga. Ninguno llevaba las capa de la humildad y no
habían visto al enemigo que estaba dispuesto para atacarlos por
la retaguardia. Empecé a correr para detenerlos, pero Sabiduría
me refrenó. “No puedes detener esto. Sólo los soldados que
llevan esta capa reconocerán tu autoridad. Ven conmigo. Hay algo
más que debes ver antes que puedas ayudar a dirigir la gran
batalla que está por venir.”
38
XIX
El Fundamento de Gloria

Sabiduría me guió hasta el nivel mas bajo de la montaña que
recibía el nombre de “Salvación”. “Piensas que éste es el nivel
más bajo,” declaró Sabiduría, “pero este es el fundamento de
toda la montaña. En cualquier jornada, el primer paso es el más
importante, y normalmente es el más difícil. Sin salvación no
habría ninguna montaña.”
Quedé apabullado por la carnicería en este nivel. Cada soldado
estaba terriblemente herido, pero ninguno estaba muerto. Las
multitudes a duras penas estaban aferrándose al borde. Muchos
parecían que iban ha caerse en cualquier momento, pero ninguno
lo hizo. Gran número de ángeles estaban atendiendo por todas
partes a los soldados con tanta alegría que pregunté, “¿Por qué
son tan felices?”
“Estos ángeles han visto el valor que les llevó a éstos a aferrarse.
No habrán llegado muy lejos, pero tampoco se rindieron. Sanarán
pronto, y entonces verán la gloria del resto de la montaña, y
empezaran a subir. Éstos serán grandes guerreros en la batalla
que está por venir.”
Viendo su condición presente. Protesté, “¿Pero no hubieran
estado mejor al subir la montaña con el resto de nosotros?”
“Habría sido mejor para ellos, pero no para ti. Pues te facilitaron
el subir, manteniendo a la mayor parte del enemigo ocupado. Muy
pocos, de los niveles más altos extendieron la mano para ayudar a
otros a subir a la montaña, pero éstos si lo hicieron. Incluso
39
cuando a duras penas se aferraban a los salientes de la montaña
extendían la mano para tirar de otros hacia arriba. De hecho, la
mayoría de los más poderosos guerreros fueron dirigidos hacia la
montaña por estos fieles. Éstos no es menos su heroísmo que los
que llegaron a la cima. Provocaron gran gozo en el cielo guiando a
otros incesantemente a la ‘Salvación’. Fue por esta razón que
todos los ángeles en el cielo quisieron venir a atenderlos, pero
sólo les fue permitido a los más llenos de honor.”
De nuevo sentí una terrible vergüenza por mi actitud hacia estos
grandes santos. Muchos los desdeñamos cuando subimos a los
niveles más altos. Habían cometido muchos errores durante la
batalla, pero también habían mostrado más del corazón del
Pastor que el resto de nosotros. El Señor dejaría las noventa y
nueve ovejas para buscar a la que estaba perdida. Éstos se
habían quedado en el lugar donde todavía pudieran alcanzar al
perdido, y pagaron un alto precio por ello. Yo también quise
ayudar, pero no sabía por dónde empezar.
Sabiduría dijo entonces, “aciertas en querer ayudar, pero
ayudarás más haciendo lo que te he pedido. Todos éstos serán
sanados y subirán la montaña rápidamente. Se unirán contigo de
nuevo en la batalla. Son valientes que nunca se retirarán ante el
enemigo.”
40
XX
El Poder de Orgullo

Estaba pensando en cómo descender la montaña, y estaba
descubriendo tantas cosas como al subirla, cuando el fragor del
campo de batalla atrajo mi atención. Ahora había miles de los
guerreros poderosos, que cruzaban la llanura para atacar el
remanente de la horda enemiga. El enemigo estaba huyendo en
todas las direcciones, salvo una división, Orgullo. Sin reparar en
ella, se dirigía directamente a la retaguardia de los guerreros, y
a la vez que avanzaban se disponían para lanzar una lluvia de
flechas. Entonces noté que los guerreros poderosos no llevaban
armadura en su espalda, estaban totalmente expuestos y eran
vulnerables a lo que estaba a punto de venírseles encima.
Sabiduría comento entonces, “ahora sabes que no hay ninguna
armadura para la espalda, lo que significa que eres vulnerable si
huyes del enemigo. Sin embargo, nunca vistes cómo te hizo
vulnerable si avanzabas en orgullo.”
Asentí con la cabeza reconociéndolo. Era demasiado tarde para
hacer algo, y era insufrible observar, pero Sabiduría dijo que
debía hacerlo. Me asombró, cuando las flechas del orgullo
acertaron a los guerreros, ni siquiera lo notaron. Sin embargo, el
enemigo siguió disparando. Los guerreros estaban sangrando y
debilitándose rápidamente pero no quisieron reconocerlo. Pronto
quedaron demasiado débiles como para sostener sus escudos y
espadas, tiraron ambos declarando que ya no los necesitaban.
Entonces empezaron a despojarse de su armadura, diciendo que
tampoco la necesitaban.
Apareció una nueva división enemiga que se aproximo
rápidamente. Su nombre, Engaño Fuerte. Lanzaron una lluvia de
41
flechas dando todas en el blanco. Vi entonces como unos pocos
demonios de engaño sometieron lo que una vez fuera el gran
ejército de gloriosos guerreros. Fueron llevados a diferentes
campos de prisioneros, cada uno nombrado con una doctrina de
demonios diferente. Quedé pasmado al contemplar cómo esta
gran compañía de justos fue completamente derrotada, sin ni
siquiera comprender que les había golpeado. “¿Cómo podían ser
tan vulnerables, aquellos que eran tan fuertes, qué habían
ascendido todo el camino hasta la cima de la montaña, qué habían
visto al Señor?” Dije bruscamente.
“El orgullo es el enemigo más difícil de ver, y siempre sale
furtivamente a tu retaguardia,” se lamentó Sabiduría. “En cierta
forma, aquellos que han subido a las más grandes alturas tienen
más peligro de caerse. Siempre debes recordar eso, en esta vida
puedes caerte en cualquier momento de cualquier nivel. ‘Pon
atención cuando crees mantenerte firme, para que no caigas’,
Cuando piensas que corres menos peligro de caerte es en
realidad cuando eres más vulnerable. La mayoría caen justo
después de una gran victoria.”
42
XXI
Sabiduría para la Batalla

¿Cómo podemos evitar el ser atacados así?” Pregunté.
“Quédate cerca de mí, pregunta al Señor antes de tomar
cualquier decisión importante, y mantente con ese manto puesto,
y el enemigo nunca será capaz de cegarte como hizo con
aquellos.”
Yo miraba mi manto. Parecía tan sencillo e insignificante. Sentí
que me hacía parecer más un desamparado que un guerrero.
Sabiduría respondió como si yo hubiera estado hablando en voz
alta, “El Señor es más cercano al desamparado que a los
príncipes. Sólo tienes verdadera fuerza en la medida que caminas
en la gracia de Dios, y ‘Él da gracia al humilde.’ Ningún arma
enemiga puede penetrar este manto, porque nada puede vencer
Su gracia. Mientras lleves este manto estás a salvo contra este
tipo de ataque.”
Entonces empecé a buscar para ver cuántos guerreros estaban
todavía en la montaña. Quedé asustado al ver cuan pocos había.
Noté entonces que todos llevaban puesto el mismo manto. “¿Cómo
sucedió?” Inquirí.
“Cuando vieron la batalla de la que fuiste testigo, todos ellos
acudieron a mí solicitando ayuda, y les di sus mantos,” contestó
Sabiduría.
“¿Pero pensaba que estabas conmigo todo este tiempo?”
“Yo estoy con todos los que ponen su empeño en hacer la voluntad
del Padre,” contestó Sabiduría.
43
“¡Tú Eres el Señor!” Yo lloré.
“Sí,” Él contestó. “Te dije que nunca te dejaría o te
desampararía. Yo estoy con todos mis guerreros así como estoy
contigo. Yo seré para ti todo lo que necesites para hacer mi
voluntad, y has necesitado sabiduría”. Entonces Él desapareció.
44
XXII
Rangos en el Reino

Fui dejado en medio de la gran compañía de ángeles que estaban
atendiendo a los heridos en el nivel de “Salvación”. Cuando
empecé a caminar por delante de estos ángeles, inclinaron una
rodilla y me mostraron un gran respeto. Finalmente pregunté a
uno de ellos el por qué de su actitud, pues incluso el más pequeño
de ellos era mucho más poderoso que yo. “Debido al manto,”
contestó. “Ése es el rango más alto en el reino.”
“Esto es solo un simple manto,” protesté.
“¡No!” contestó el ángel. “Estas vestido en la gracia de Dios. ¡Y no
existe un poder mayor!”
“Pero hay miles de nosotros, todos llevando el mismo manto.
¿Cómo podría representar rango alguno?”
Vosotros sois los temibles campeones, los hijos e hijas del Rey. Él
llevó el mismo manto cuando caminó en la tierra. Mientras estés
vestido con el mismo no hay poder en cielo o tierra que pueda
estar de pie ante ti. Todos los principados y potestades en el
cielo y en el infierno reconocen ese manto. Nosotros somos sus
sirvientes, Él mora en ti, y te reviste con su gracia.”
De algún modo supe que si en ese momento no hubiese llevado el
manto, y si mi gloriosa armadura hubiera sido expuesta, la
declaración del ángel, y su conducta hacia mí, ciertamente
hubiera alimentado mi orgullo. Era absolutamente imposible
sentirse orgulloso o arrogante portando tan sencilla capa. Sin
embargo, mi confianza en el manto aumentaba rápidamente.
45
XXIII
El Retorno de las Águilas

Entonces vi en el horizonte una gran nube blanca acercándose.
El sólo hecho de verla, hizo surgir la esperanza en mí. Ésta nube
llenó la atmósfera con esperanza, tal como el sol naciente
deshace la oscuridad de la noche. Al aproximarse reconocí a las
grandes águilas blancas que habían volado desde el Árbol de Vida.
Empezaron a posarse sobre la montaña ocupando sus puestos en
todos los niveles, al lado de las compañías de guerreros.
Me acerqué, mientras un águila se posaba a mi lado
majestuosamente, su presencia era imponente. Cuando me miró
con sus penetrantes ojos, Supe que no podía esconder nada de
ellos. Cuando estos se posaron en mí, temblé con escalofríos,
atravesándome solo con mirarme. Antes de que pudiera
preguntar, me contestó.
“Quieres saber quiénes somos. Somos los profetas ocultos que
hemos sido guardados para esta hora. Somos los ojos de aquellos
a quienes se les han otorgado las armas divinas y poderosas. Se
nos ha mostrado todo lo que el Señor está haciendo, y todo lo que
el enemigo planea en contra vuestra. Hemos escudriñado la tierra
y sabemos todo lo que necesitáis conocer para la batalla.”
“¿No has presenciado la batalla que acaba de tener lugar?”
Pregunté con tanta irritación como me atreví a expresar. “¿No
pudisteis ayudar a los guerreros que fueron tomados cautivos?”
“Sí. Lo vimos todo, y podríamos haberles ayudado si ellos lo
hubieran querido. Pero nuestra ayuda habría sido refrenarlos.
Sólo podemos luchar en las batallas que nos ordena el Padre, y
ayudar sólo a los que creen en nosotros. Sólo los que nos reciben
46
como lo que somos, los profetas, pueden recibir el galardón del
profeta, es decir el beneficio de nuestro servicio. Aquellos que
fueron emboscados no tenían todavía el manto que tú portas, y
aquellos que no tienen el manto no pueden comprender quiénes
somos nosotros. Todos nos necesitamos el uno al otro incluyendo
a los que aún permanecen heridos aquí, y muchos más que no
conoces todavía.”
47
XXIV
El Corazón del Águila

Hablando con el águila, enseguida empecé a pensar como el
águila. Después de esta corta conversación, se me concedió mirar
en el interior de su corazón y la conocí como ella me conocía. El
águila se percató de ello.
“Tienes algunos de nuestros dones,” declaró el águila, “aunque no
están muy desarrollados. No los has usado mucho. Estoy aquí para
despertar estos dones en muchos de vosotros, y para enseñarles
a usarlos. De esta manera quedará asegurada nuestra
comunicación. De no ser así, tendríamos muchas pérdidas
innecesarias, sin mencionar las oportunidades que
desaprovecharíamos para alcanzar la victoria.”
“¿De donde vienes?” Pregunté.
“Nosotros comemos serpientes,” contestó el águila. “El enemigo
es pan para nosotros. Nuestro sustento consiste en hacer la
voluntad del Padre, que es destruir las obras del diablo. Cada
serpiente que comemos nos permite aumentar nuestra visión.
Cada fortaleza del enemigo que derribamos, nos fortalece para
que podamos volar más alto y permanecer mucho más tiempo en el
aire. Venimos de un festín y hemos devorado las serpientes de
vergüenza que han atado a muchos de tus hermanos y hermanas.
Ellos llegarán pronto aquí. Vienen con las águilas que dejamos
atrás para ayudarles a encontrar el camino, y para protegerlos de
los contraataques del enemigo.”
Estas águilas estaban seguras de sí mismas, pero no eran
arrogantes. Sabían quienes eran, y a lo que fueron llamadas a
hacer. También nos conocían y sabían el futuro. Su confianza me
48
reafirmaba, pero aun más a los heridos que estaban a nuestro
alrededor. Los que estaban demasiado débiles para hablar, se
quedaron sentados escuchando mi conversación con el águila. Nos
miraban como unos niños perdidos que acababan de ver de nuevo
a sus padres.
49
XXV
El Viento del Espíritu

Cuando el águila vio a los heridos su semblante cambió. En lugar
de la feroz gallardía que irradiaba antes, ahora con los heridos su
mirada era como la de un abuelo compasivo. El águila abrió sus
alas y empezó a batirlas suavemente, originando una refrescante
brisa que fluyó sobre de los heridos. No era como ninguna otra
brisa que hubiese sentido alguna vez. Con cada inspiración sentía
que estaban ganando fuerzas y claridad de mente. Pronto los
heridos estaban de pie adorando a Dios con una sinceridad que
brotaron lágrimas de mis ojos. Sentí de nuevo una profunda
vergüenza por haber desdeñado a los que se quedaron en este
nivel. Para los que ascendíamos la montaña, nos parecieron
débiles y necios, pero habían soportado mucho más que nosotros
y permanecieron fieles. Dios los había guardado y ellos lo amaron
con gran amor.
Miré hacia la montaña; todas las águilas estaban batiendo sus
alas suavemente. Los que permanecimos en la montaña éramos
refrescados por la brisa de su aletear, y todos en la montaña
comenzamos a adorar al Señor. Había un poco de discordancia al
principio entre la adoración que provenía de los distintos niveles,
pero después de un tiempo todos estábamos cantando en
perfecta armonía. Nunca en la Tierra había oído algo tan
hermoso. No quería que terminara. Al poco me percaté de que era
la misma adoración que habíamos conocido en el Jardín, pero
ahora resultaba más plena y rica. Supe que era porque estábamos
adorando en presencia de nuestros enemigos, en medio de
semejante oscuridad y maldad que rodeaban la montaña, parecía
aún más hermosa.
No sé si esta adoración duró horas, días, o minutos, pero al dejar
50
las águilas de batir sus alas se detuvo. “¿Por qué os detenéis?”
Pregunté al águila con la que había estado hablando.
“Porque ahora han sanado,” contestó señalando a los heridos que
ahora estaban de pie, y parecían estar en perfectas condiciones.
“La Verdadera Adoración puede sanar cualquier herida,” Agregó.
“Por favor, hacedlo de nuevo,” Rogué.
“Lo haremos muchas veces, pero no nos pertenece decidir
cuando. La brisa que sentiste era el Espíritu Santo. Él nos dirige;
nosotros no lo dirigimos. Él ha sanado a los heridos y ha originado
la unidad que se requiere para las batallas que se avecinan. La
verdadera adoración también vierte el aceite precioso en la
Cabeza, Jesús, que fluye entonces sobre todo el cuerpo y nos
hace uno con Él y entre nosotros. Ninguno que se vuelve uno con
Él permanecerá herido o inmundo. Su sangre es pura vida, y fluye
cuando nos unimos a Él. Es cuando nos unimos a Él que también
nos unimos al resto del cuerpo, para que su sangre fluya a través
de todos. ¿No es así cómo sana una herida en tu cuerpo, cerrando
la herida para que fluya la sangre al miembro herido y de esta
manera se produce la regeneración? Cuando una parte de Su
cuerpo está herida, debemos juntarnos en unidad con esa parte
hasta que se restaure totalmente. Nosotros somos todos uno en
Él.”
La euforia de la adoración todavía prevalecía y esta pequeña
enseñanza que acababa de oír parecía la más profunda que había
oído nunca, aunque ya la conocía y tiempo atrás incluso la enseñé.
Cuando el Espíritu Santo se movió, cada palabra parecía gloriosa,
sin tener en cuenta cuan elemental era. También me llenó de
tanto amor que quise abrazar a todos, incluso a las viejas y
feroces águilas. Entonces, como una sacudida, recordé a los
poderosos guerreros que habían sido capturados. El águila se dio
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cuenta pero no dijo nada. Solo me miró intensamente. Finalmente,
hablé; “¿Podemos recuperar a los que se acaban de perder?”
XXVI
El Corazón Herido del Rey

Sí, tienes razón al sentir lo que sientes,” dijo el águila
finalmente. “No estamos completos, y nuestra adoración no está
completa, hasta que el cuerpo entero se restaure. Incluso en el
culto más glorioso, incluso en la misma presencia del Rey,
sentiremos este vacío hasta que todos seáis uno, porque nuestro
Rey también lo siente. Todos nos afligimos por nuestros
hermanos en cautiverio, pero nos afligimos más aún por el
corazón de nuestro Rey. Así como amas a todos tus hijos, pero te
afliges por el que está enfermo o herido, Él ama a todos sus hijos
también, pero ahora los heridos y oprimidos requieren más su
atención. Por esta razón no debemos renunciar hasta que todos
se hayan recuperado. Mientras cualquiera esté herido, Él está
herido.”
52
XXVII
Fe que mueve montañas

Estando sentado junto al águila, Pensé profundamente sobre lo
que dijo. Finalmente dije, “Sé que Sabiduría me habla ahora a
través de ti, porque oigo su voz cuando hablas. Estaba seguro de
mí mismo antes de la última batalla, pero casi me dejé llevar por
la misma presunción con la que ellos se dejaron arrastrar, y pude
haber sido capturado con ellos si Sabiduría no me hubiera
detenido. Estaba saliendo a combatir más por el odio al enemigo
que por querer liberar a mis hermanos, aunque también era parte
de mi motivación. Ahora pienso que la mayoría de las cosas
correctas que hice, las hice por razones equivocadas, y muchas
de las cosas incorrectas, tuve buenos motivos para hacerlas.
Mientras más aprendo, me siento más inseguro de mí mismo.”
“Debes haber estado con Sabiduría mucho tiempo”, respondió el
águila.
“Él estuvo conmigo mucho antes de que empezara a reconocerlo,
pero me temo que la mayor parte de ese tiempo estaba
resistiéndolo. Ahora sé que todavía carezco de algo muy
importante, algo que necesito antes de entrar de nuevo en
batalla, pero no sé lo que es.”
Los grandes ojos del águila se volvieron más penetrantes que
antes, cuando respondió, “También reconoces la voz de Sabiduría
cuando Él habla a tu corazón. Tu aprendizaje se desarrolla bien
porque tienes el manto. Lo que sientes ahora es la verdadera fe.”
“¡Feeee!” musité. “Estoy hablando de serias dudas.”
“Demuestras sabiduría al dudar de ti mismo. Pero la fe verdadera
53
depende de Dios, no de ti mismo, y no de tu fe. Está cerca del
tipo de fe que puede mover esta montaña, y debes moverla. Es
tiempo para llevarte a lugares a los que no has ido aún. Sin
embargo, tienes razón. Todavía careces de algo muy importante.
Aún debes tener una gran revelación del Rey. Aunque hayas
subido a la cima de la montaña, y recibido enseñanza de cada
verdad durante el camino, y aunque has estado de pie en el
Jardín de Dios, y probado de Su Amor incondicional, y ahora has
visto a Su Hijo muchas veces, aún sólo entiendes una parte de
todo el consejo de Dios, y esto sólo superficialmente.”
Comprendí esto con tal certeza, que fui confortado al oírlo. “He
juzgado a muchas personas y muchas situaciones
incorrectamente. Sabiduría ha salvado mi vida muchas veces,
pero su voz todavía es como un leve susurro dentro de mí, y es
acallado por el clamor de mis propios pensamientos y
sentimientos que son todavía demasiado fuertes. Oigo la voz de
Sabiduría a través de ti con mucha más fuerza que como lo oigo
en mi propio corazón, así que sé, que debo quedarme cerca de ti.”
“Estamos aquí porque nos necesitas” contestó el águila. “También
estamos aquí porque te necesitamos. A ti te han dado dones que
yo no tengo, y a mí me han dado dones que tú no tienes. Has
experimentado cosas que yo no he experimentado, y yo he
experimentado cosas que tú no conoces. Las águilas os han sido
dadas hasta el fin, y ustedes nos han sido dados a nosotros.
Estaré muy cerca de ti durante un tiempo, y luego debes recibir
otras águilas en mi lugar. Cada águila es diferente. Es juntos
como a nosotros nos ha sido dado el conocer los secretos del
Señor, no individualmente.”
54
XXVIII
Las Puertas de la Verdad

El águila voló desde la piedra en la que estaba posada hasta el
borde del nivel en el que estábamos de pie. “Ven” dijo. Cuando me
acerqué vi escalones que descendían hasta la misma base de la
montaña. En la roca había una pequeña puerta.
“¿Por qué no la he visto antes?” Pregunté.
“Cuando viniste por primera vez a la montaña no te quedaste
suficiente tiempo en este nivel como para mirar a tu alrededor,”
contestó.
“¿Cómo supiste eso? ¿Estabas aquí cuándo vine por primera vez a
la montaña?”
“Lo sabría aunque no hubiera estado aquí, porque todos los que
fallan en ver esta puerta lo hacen por la misma razón, pero de
hecho estaba aquí,” respondió. “Fui uno de los soldados que
pasaste rápidamente en tu subida a la montaña.”
Entonces reconocí al águila como un hombre a quien conocí poco
después de mi conversión y con quien había mantenido unas
conversaciones. Él continuó, “quise seguirte entonces. Estuve
tanto en este nivel que necesitaba un cambio. No podía abandonar
a todas las almas perdidas a las que intentaba conducir aquí.
Cuando me comprometí finalmente ha hacer la voluntad del
Señor, dudando entre quedarme o seguir, Sabiduría se me
apareció y me mostró esta puerta. Me reveló que era un atajo a
la cima. Así es cómo llegué a la cima antes que tú lo hicieras, y fui
transformado en un águila.”
55
Recordé entonces que había visto puertas parecidas en un par de
niveles, incluso había echado un vistazo en el interior de un par
de ellas y quedé asombrado con lo que vi. No me aventuré muy
lejos en ninguna de ellas, porque centré mi esfuerzo en la batalla
y en llegar a la cima de la montaña. “¿Habiendo entrado en
cualquiera de esas puertas podría haber llegado directamente a
la cima?” Pregunté.
“Realmente no es así de fácil,” comentó el águila, parecía un poco
irritado. “En cada puerta hay varios pasadizos de los cuales sólo
uno lleva a la cima”. Adelantándose a mi pregunta, continuó. “Los
otros llevan a distintos niveles en la montaña. El Padre, diseñó
cada uno para que todos escogiéramos según el nivel de madurez
personal, dictara cual de ellos necesitaba.”
“¡Increíble! ¿Cómo pudo hacer tal cosa?” Pensé en mi interior,
pero el águila oyó mis pensamientos.
“Es muy simple,” el águila continuó como si hubiera dicho mis
pensamientos en voz alta. “La madurez espiritual siempre viene
determinada, por la disposición de sacrificar los propios deseos
por los intereses del reino, o por causa de otros.”
Tomaba nota de todo lo que decía. Supe que debía entrar por la
puerta que se presentaba ante mí, y que era de sabios aprender
todo lo que pudiera de alguien que había estado allí antes y había
escogido la puerta y obviamente el camino correcto a la cima.
“No fui directamente a la cima, ni he conocido a nadie que lo haya
hecho,” continuó el águila. “Pero avancé mucho más rápido que la
mayoría, porque aprendí mucho sobre el sacrificio propio
mientras luchaba aquí en el nivel de 'la Salvación’. Te he
mostrado esta puerta porque llevas el manto y la habrías
encontrado de todas formas, pero el tiempo es corto y estoy aquí
56
para ayudarte a madurar con prontitud. Hay puertas en cada
nivel, y cada una lleva a tesoros que están más allá de tu
comprensión. Estos no pueden adquirirse físicamente, pero cada
tesoro que tomes en tus manos podrás llevártelo en tu corazón.
Tu corazón esta diseñado para ser la morada del tesoro de Dios.
Para cuando alcances la cima de nuevo, tu corazón contendrá
tesoros más valiosos que todas las riquezas de la Tierra. Nunca
te serán arrebatados, serán tuyos por la eternidad, porque tú
eres de Dios. Ve rápido. Nubes de tormenta se están formando
ahora, y la gran batalla se acerca.”
“¿Iras conmigo?” Le rogué.
“No”, respondió. “Este es el lugar al que ahora pertenezco. Tengo
mucho que hacer para ayudar a los que están heridos. Pero te
veré aquí de nuevo. Encontrarás a muchos de mis hermanos y
hermanas águilas antes de que regreses, y ellos podrán serte de
mayor ayuda que yo en el lugar donde los encuentres.”
57
XXIX
Los Tesoros del Cielo

Ya amaba tanto al águila que no podía soportar tener que
abandonarla. Me alegraba saber que podría verla de nuevo. Ahora
la puerta me atraía como un imán. La abrí y entré. La gloria que vi
era aturdidora, de inmediato caí de rodillas. El oro, la plata y las
piedras preciosas que allí había, eran más hermosas que cualquier
cosa que haya visto en la tierra. El cuarto tenía tales dimensiones
que parecía ser infinito. El suelo era de plata, los pilares de oro,
y el techo de puro diamante que emitía todos los colores
conocidos y muchos que nunca había visto. También vi en aquella
estancia innumerables ángeles por todas partes, vestidos con
túnicas diferentes y uniformes que no tenían origen terrenal.
Cuando comencé a atravesar el aposento, todos los ángeles se
inclinaron en señal de saludo. Uno caminó adelante y me dio la
bienvenida llamándome por mi nombre. Me explicó que era libre
de ir a cualquier parte y podía ver lo que quisiera en la
habitación. Nada les era impedido a los que atravesaban la
puerta.
No podía articular palabra al quedar sobrecogido por tanta
belleza. Finalmente pude musitar que este lugar era aun más
hermoso que el Jardín. Sorprendido, el ángel respondió, “¡Éste es
el Jardín! Es uno de los cuartos en la casa de tu Padre. Nosotros
somos sus sirvientes.”
Mientras caminaba, una gran compañía de ángeles me seguía. Me
volví y le pregunté al líder por qué me estaban siguiendo. “Debido
al manto,” dijo. “Hemos sido puestos a tu servicio, para servirte
aquí y en la batalla venidera.”
58
No supe qué hacer con los ángeles así que continué caminando.
Me llamó poderosamente la atención una gran piedra azul que
parecía contener el sol y nubes dentro de ella. Cuando la toqué
me inundó el mismo sentimiento que había tenido al comer la
fruta del árbol de la Vida. Sentí una gran energía y claridad
mental, y amor para todos, todo magnificado. Empecé a mirar la
gloria del Señor. Cuanto más tiempo tocaba la piedra más
aumentaba la gloria. No quería apartar la mano de la piedra, pero
la gloria se hizo tan intensa que tuve que apartar la mirada.
Entonces me fijé en una hermosa piedra verde. “¿Qué es lo que
tiene dentro?” Pregunté al ángel que estaba junto a ella.
“Todas estas piedras son los tesoros de la salvación. Ahora estás
tocando la atmósfera celestial, y esa otra es la restauración de
vida,” continuó.
Cuando toqué la piedra verde comencé a ver la tierra reflejada
con colores ricos y espectaculares. Estos crecían en riqueza
mientras mantenía la piedra en mi mano, y mi amor por todo lo
que vi aumentaba en proporción. Comencé entonces a ver una
armonía entre todas las cosas vivientes en un nivel que nunca
había visto antes. Seguidamente vislumbré la gloria del Señor en
la creación. Empezó a crecer hasta que de nuevo tuve que
volverme debido a su intensidad.
Entonces me di cuenta que no tenía idea de cuánto tiempo había
estado allí. Sabía que mi comprensión de Dios y su universo
habían crecido simplemente tocando estas dos piedras, y había
muchas, muchas más. Había más en ese cuarto de lo que una
persona podría absorber en toda una vida. “¿Cuántas estancias
hay?” Pregunté al ángel.
59
“Hay estancias semejantes en cada nivel de la montaña que
subiste.”
“¿Cómo puede uno en la vida experimentar todo lo que hay en uno
solo de estos cuartos, mucho menos en todos ellos?” Pregunté.
“Tendrás que hacer esto por siempre. Los tesoros contenidos en
las verdades más básicas del Señor Jesús son suficientes para
durar muchas de sus vidas en la tierra. Ningún hombre puede
saber todo lo que hay que saber sobre cualquiera de estas
verdades en sólo una vida, pero debes tomar lo que necesitas y
seguir remontándote hacia tu destino.”
Comencé a pensar de nuevo sobre la inminente batalla, y los
guerreros que habían sido capturados. No era un pensamiento
agradable en un lugar tan glorioso, pero sabía que tendría que
regresar a este cuarto para siempre, y tenía muy poco tiempo
para encontrar mi camino hacia la cima de la montaña, y retornar
de nuevo a la batalla.
Me volví al ángel. “Debes ayudarme a encontrar la puerta que
lleva a la cima.”
El ángel parecía perplejo, “nosotros somos tus sirvientes,”
respondió, “pero debes guiarnos. Esta montaña supone un
completo misterio para nosotros. Todos deseamos conocer este
gran misterio, pero después que dejemos este cuarto al que
hemos venido hace escaso tiempo a conocer un poco, y habremos
aprendido aún más que tú.”
“¿Sabes dónde están todas las puertas?” Pregunté.
“Sí, Pero no sabemos a donde llevan. Hay unas muy hermosas,
60
otras bastante simples, y algunas que son realmente repulsivas.
Una incluso es terrible.”
“¿En este lugar hay puertas que son repulsivas?” Pregunté con
escepticismo. “¿Y una que es terrible? ¿Cómo puede ser eso?”
“No lo sabemos, pero puedo mostrártelas,” respondió.
“Por favor hazlo” dije.
Caminamos mucho rato, entre tesoros indescriptibles, hice un
gran esfuerzo para no detenerme a tocarlos. Había también
muchas puertas, con diferentes verdades bíblicas sobre sus
respectivos dinteles. Cuando el ángel las calificó de “hermosas”
pensé que había subestimado su propia apreciación. Deseé
ansiosamente pasar por todas, pero la curiosidad que tenía sobre
la “puerta terrible” me impulsó a seguir avanzando. Entonces la vi.
“Terrible” también había sido una subestimación. El miedo se
apoderó de mí de tal modo que se me cortó la respiración.
61
XXX
Gracia y Verdad

Rechacé la puerta y me retiré deprisa. Cerca había una hermosa
piedra roja, qué casi arremetí por las ansias de tocarla.
Inmediatamente estaba en el Jardín de Getsemaní mirando al
Señor en oración. La agonía que contemplé era aún más terrible
que la puerta que acababa de ver. Impresionado, sacudí la mano
alejándola de la piedra y caí al suelo agotado. Quise volver a
tocar desesperadamente las piedras azul o verde; tenía que
recobrar fuerzas y mi sentido de orientación. Los ángeles
acudieron enseguida a mí alrededor para servirme. Me dieron una
bebida que pareció a revivirme. Al poco tiempo me sentí lo
bastante bien como para permanecer de pie y caminar de regreso
al lugar donde dejé las otras piedras. Sin embargo, la visión
recurrente del Señor orando me compelió a detenerme.
“¿Que fue eso allá atrás?” Pregunté.
“Cuando tocas las piedras podemos ver un poco de lo que ves, y
sentir un poco de lo que sientes,” dijo el ángel. “Sabemos que
todas estas piedras son grandes tesoros, y todas las revelaciones
que contienen son invaluables. Miramos un momento la agonía del
Señor antes de Su crucifixión, y sentimos brevemente lo que Él
sintió esa terrible noche. Es difícil para nosotros entender cómo
pudo Dios sufrir así. Nos hace apreciar mucho más el honor que
es servir a aquel por quien Él hizo esto.”
Las palabras de los ángeles fueron como rayos que impactaron
directamente en mi alma. Había luchado en la gran batalla. Había
subido a la cima de la montaña. Me había vuelto tan familiar con
el reino espiritual que casi ya no era consciente de la presencia
de los Ángeles, y podía hablar con ellos en términos casi iguales
62
que con las grandes águilas, pero aun no podía soportar el
compartir durante un breve momento los sufrimientos de Mi Rey
sin querer huir hacia una experiencia más agradable. “No debo
estar aquí,” casi grité. “¡Yo, más que cualquiera, merezco ser
prisionero del maligno!”
“Señor,” dijo el ángel tímidamente. “Entendemos que nadie que
está aquí lo merece. Estás aquí porque fuiste escogido antes de
la fundación del mundo por un propósito. No sabemos cuál es tu
propósito, pero sabemos que es muy grande para todos los que
permanecemos en esta montaña.”
“Gracias. Me eres de gran ayuda. Mis emociones se incrementan
en este lugar, y superan mi comprensión. Tienes razón. Ninguno
estamos aquí porque seamos dignos. En realidad, cuanto más alto
subimos en esta montaña, más indignos nos hacemos de estar en
la misma, y más patente se hace la gracia que necesitamos para
permanecer allí. ¿Cómo hice la primera vez para llegar a la cima?”
“Fue por la gracia,” respondió mi ángel.
“Si quieres ayudarme,” dije entonces, “por favor sígueme
repitiendo esa palabra cuando en la vida me veas en confusión o
desesperación. Esa palabra estoy comenzando a entenderla mejor
que ninguna otra, y siempre lleva mucha luz a mi alma.”
“Debo regresar a la piedra roja. Ahora sé que ése es el tesoro
más grande en este cuarto, y no debo abandonarla hasta que lleve
ese tesoro en mi corazón,” había más resolución en mis palabras
que la que sentía en mi corazón en ese momento, pero sabía que
era verdad.”
63
XXXI
La Verdad de la Gracia

El tiempo transcurrido junto a la piedra roja fue el más doloroso
que haya experimentado nunca. Muchas veces no podía recibir
más y tenía que retirar la mano. Varias veces tuve que regresar a
las piedras azul y verde para rejuvenecer mi alma antes de
volver. Cada vez me sentía más reticente a regresar junto la
piedra roja, pero mi amor y apreciación por el Señor estaban
creciendo a través de este trance, de modo más grande que nada
que haya aprendido o experimentado nunca.
Finalmente, cuando la presencia del Padre se apartó de Jesús en
la cruz, ya no pude resistirlo, renuncié. Podía decir que los
ángeles también habían experimentando lo mismo que yo, y
estaban por completo de acuerdo con mi renuncia. La fuerza de
voluntad para tocar de nuevo la piedra ya no estaba en mí. Ni
siquiera sentía fuerzas como para remontarme a la piedra azul.
Tendido en el suelo lloré por lo que el Señor había sufrido.
Lloraba porque también lo había abandonado como Sus discípulos.
Le fallé cuando más me necesitaba, justo como hicieron ellos.
Después de lo que parecieron varios días, abrí los ojos. Otra
águila estaba de pie junto a mí. Delante de ella había tres
piedras, una azul, una verde, y una roja. “Cómelas,” dijo. Cuando lo
hice, todo mi ser fue renovado completamente, y una gran alegría
y tranquilidad inundaron mi alma.
Cuando me puse de pie, vi las mismas tres piedras incrustadas en
la empuñadura de mi espada, y también en mis hombreras. “Ahora
son para siempre tuyas,” dijo el águila: “no pueden quitártelas, y
no puedes perderlas.”
64
“Pero no terminé con esta última” protesté.
“Solo Cristo en una ocasión consumó esa prueba. Lo has hecho
bien, pero debes continuar ahora.”
“¿Adónde debo ir?”
“Debes decidir, pero el tiempo toca a su fin; sugiero que intentes
llegar pronto a la cima,” contestó el águila mientras partía con
celeridad.
Entonces recordé las puertas. Inmediatamente me dirigí hacia
las puertas que tanto habían llamado mi atención. Cuando alcancé
la primera no me atraía ya. Entonces fui a otra, y sentí lo mismo.
“Algo parece haber cambiado,” comenté en voz alta.
“¡Ha cambiado!,” contestó de inmediato toda la tropa de ángeles.
Me volví a mirarlos y quedé asombrado por cuánto habían
cambiado. Ya no tenían la mirada ingenua que tenían antes, sino
que ahora eran más regios y de apariencia sabia que ninguno de
los ángeles que había visto. Supe que reflejaban lo que también
había sucedido en mí, pero me sentí incómodo por centrar mis
pensamientos sobre mí.
“Pido tu consejo,” dije al líder.
“Escucha a tu corazón,” dijo. “Ahí es donde moran ahora estas
grandes verdades.”
“Nunca he podido confiar en mi propio corazón,” respondí. “Está
sujeto a tantos engaños, decepciones, y ambiciones egoístas, que
es difícil oír la voz del Señor por encima del clamor de éste.”
“Señor, ahora que tu corazón guarda la piedra no creo que ese
65
siga siendo el caso,” dijo el líder con una inusitada confianza. Me
apoyé contra la pared y pensé que el águila no estaba aquí cuando
más lo necesitaba. Había estado aquí antes y sabría qué puerta
escoger. Al tiempo que meditaba en esto, la “puerta terrible” era
la única que ocupaba mis pensamientos. Solo por curiosidad decidí
regresar y mirarla. Me aparté tan rápido la primera vez que ni
siquiera había visto que verdad representaba.
Al acercarme pude sentir el temor fluyendo dentro de mí, pero
no de forma tan atroz como en la primera ocasión. En gran
contraste con las otras, la oscuridad envolvía la puerta, y tuve
que acercarme para leer la verdad escrita sobre su dintel.
Sorprendido, leí EL JUICIO DEL TRIBUNAL DE CRISTO. “¿Por
qué es esta verdad tan aterradora?” Pregunté en voz alta y supe
que los ángeles no me contestarían. Al mirarla supe que era por la
que debía pasar.
“Hay muchas razones por la que es aterradora,” respondió la
familiar voz del águila.
“Me alegra que regresaras,” contesté. “¿He tomado una mala
decisión?”
“¡No! Has escogido bien. Esta puerta te devolverá a la cima de la
montaña con mayor rapidez que ninguna otra. Es aterradora
porque el mayor temor en la creación tiene su fuente a través de
esa puerta, el temor santo de Dios. La mayor sabiduría que
hombres y mujeres pueden alcanzar en esta vida, o en la vida por
venir, se obtiene al atravesar esa puerta, pero muy pocos pasarán
por ella.”
“¿Pero por qué esta puerta es tan oscura?” Pregunté.
“La luz de estas puertas reflejan la atención que la iglesia está
prestando en cada momento a las verdades que encierran. La
66
verdad guardada en esta puerta es una de las más abandonadas
en estos tiempos, pero es una de las más importantes. Lo
entenderás cuando entres. Sólo se confiará la más grande
autoridad que los hombres puedan recibir a aquellos que pasen
por esta puerta. Cuando veas a Cristo Jesús que se sienta en ese
trono, te prepararás para sentarte también juntamente con Él.”
“¿Entonces esta puerta no sería tan oscura y vedada si
hubiéramos prestado más atención a la verdad que guarda?”
“Eso es. Si los hombres supieran la gloria que se revela tras esta
puerta, sería una de las más brillantes,” lamentó el águila. “Sin
embargo, todavía es una puerta difícil de atravesar. Se me dijo
que volviera a animarte porque lo necesitarás pronto. Verás una
gloria mayor, pero también un terror mayor que el que hayas
conocido alguna vez. Pero sabes, ahora que has escogido el
camino difícil, el resto del mismo será después mucho más fácil
para ti. Como ahora estás deseoso de enfrentar esta difícil
verdad, no sufrirás ninguna pérdida después. Muchos desean
conocer su bondad, pero muy pocos están deseosos de conocer su
severidad. Si no conoces ambas siempre estarás en peligro de
engaño y de caer de su gran gracia.”
“Sé que nunca hubiera podido venir aquí si no hubiera pasado el
tiempo que pasé con la piedra roja. ¿Cómo podría elegir el camino
fácil cuándo eso es tan contrario a la naturaleza del Señor?”
“Pero ahora has escogido, así que ve rápidamente. Otra gran
batalla está a punto de comenzar, y te necesitan al frente.”
67
XXXII
El Juicio del Tribunal de Cristo

Miré una última vez alrededor del cuarto grande dentro de la
montaña. Allí se guardaban los tesoros de la verdad de la
Salvación. Parecía que no había fin a su expansión y belleza. No
podía imaginar que las estancias que contenían las otras grandes
verdades de la fe pudieran ser más gloriosos. Esto me ayudó a
comprender por qué tantos cristianos no querían abandonar este
lugar. Todas las grandes gemas que representaban los distintos
aspectos de la Salvación, exudaban una gloria más allá de
cualquier belleza terrenal. Era maravilloso más allá de
descripción alguna, y sabía que podía quedarme en este lugar por
la eternidad y nunca llegaría a aburrirme.
El águila que estaba junto a mí, gritó: “¡Debes seguir!” Entonces
más serenamente continuó, “No hay mayor paz y seguridad que
morar en la salvación de Señor. Fuiste traído aquí para conocer
esta realidad porque lo necesitarás donde vas ahora. Pero no
debes quedarte aquí ya.”
La declaración del águila sobre la paz y la seguridad tocaron algo
en mí interior. Mis pensamientos se remontaron a los valientes
guerreros que habían luchado en la batalla desde el primer nivel
de la montaña “Salvación”. Habían luchado valerosamente y
liberado a muchos, pero también quedaron mal heridos. Entonces
el águila interrumpió mis pensamientos de nuevo como si
estuviera escuchándolos.
“Dios tiene una definición diferente de paz y seguridad que
nosotros. Ser herido en la lucha es un gran honor. Es por ello qué
el apóstol Pablo se jactó de sus azotes y apedreamientos que
recibió. No hay valor a menos que haya verdadero peligro. El
68
Señor dijo que Él iría con Josué para luchar por la Tierra
Prometida, una y otra vez le exhortó a ser fuerte y valiente
porque iba a tener que luchar, y enfrentaría peligros. De esta
manera prueba el Señor a aquellos que son dignos de las
promesas, aquellos que aman a Dios y Su provisión más que su
propia seguridad. Valor es una demostración de fe verdadera. El
Señor nunca prometió que su camino fuera fácil, pero si que
valdría la pena. El valor de los que lucharon en el nivel de
Salvación conmovió a los ángeles del cielo a estimar lo que Dios
había forjado en la raza caída de los hombres. Ellos sufrieron sus
heridas durante una terrible matanza, pero no renunciaron, y no
se retiraron. Aún así, al subir la montaña pudiste luchar con más
autoridad lo que supuso la liberación de más almas. Muchísimas
más almas llenarán estas estancias, para regocijo del cielo, si
sigues adelante.”
Me volví entonces y miré la puerta oscura y disuasoria encima de
la cual estaba escrito: El Juicio del Tribunal de Cristo. El calor y
la paz inundaban mi alma. Cada vez que miraba esta puerta, Todo
en mí me empujaba a quedarme en el cuarto actual, y nada en mí
quería atravesar esa puerta. De nuevo el águila contestó mis
pensamientos.
“Antes de atravesar la puerta de cualquier gran verdad tendrás
estos mismos sentimientos. Así te sentiste antes de entrar en
esta estancia, a los tesoros de la salvación. Estos miedos son el
resultado de la caída. Son el fruto del Árbol del Conocimiento de
bien y el mal. El conocimiento de ese árbol nos hizo a todos
inseguros y egoístas. El conocimiento del bien y el mal hace que el
verdadero conocimiento de Dios parezca temeroso, cuando en
realidad cada verdad que proviene de lo alto, conduce a una paz y
seguridad aún mayor. Incluso los juicios de Dios serán deseados,
porque todos Sus caminos son perfectos.”
Ahora había experimentado lo suficiente como para saber que lo
69
que parece correcto es a menudo el camino que parece menos
fructífero, y a veces el camino a la tragedia. A lo largo de mi
jornada, el camino que parecía el más arriesgado era el camino
que llevaba al más grande galardón. Aún así, cada vez parecía que
el riesgo era cada vez mayor. Por lo tanto tomar la decisión de
seguir adelante se hizo cada vez más difícil.
“Se necesita más fe para caminar en los ámbitos más altos del
Espíritu,” declaró el águila un poco impaciente. “El Señor nos dio
una guía para su reino cuando dijo, ‘Si buscas salvar tu vida, la
perderás, pero si pierdes tu vida por mi causa la hallarás.’ Esas
palabras por si mismas pueden guardarte en el camino a la cima
de la montaña, y te conducirán hacia la victoria en la gran batalla.
También te ayudarán a permanecer de pie ante el Tribunal de
Cristo,” agregó mirando hacia la puerta.
Supe que tenía que irme. Sabía que debía recordar este cuarto
glorioso y los tesoros de salvación, pero también sabía que no
debía mirar atrás, otra vez. Tenía que seguir. Me volví y con todo
el valor que pude tener, abrí la puerta al Juicio del Tribunal de
Cristo y la atravesé. La tropa de ángeles que me habían asignado
tomó posiciones alrededor de la puerta, pero no entraron.
“¿Que pasa? ¿No van a venir?” Demandé, deseando intensamente
la seguridad de su compañía.
“Al lugar al que vas ahora debes ir solo. Estaremos esperándote
al otro lado.”
Sin responder, me volví y empecé a caminar antes de que pudiera
cambiar de opinión. Era la situación más difícil a la que me había
enfrentado nunca. Estaba en la oscuridad más aterradora que
hubiera experimentado. Los miedos más terribles subieron en mi
interior. Pronto empecé a pensar que me había encaminado al
mismo infierno. Pensé retirarme, pero cuando miré atrás no pude
70
ver nada. La puerta estaba cerrada y ni siquiera podía ver donde
se situaba. Obligado ahora a seguir, me moví lentamente y orando
para que el Señor me ayudara. Cuando lo hice, la paz empezó a
crecer en mi corazón.
Noté entonces que la oscuridad ya no era amenazante, incluso
empecé a sentirla cómoda. Comencé a ver una suave luz.
Gradualmente se transformó en una luz gloriosa, tan maravillosa
que sentí que estaba entrando al mismo Cielo. Ahora la gloria
aumentaba con cada paso. Me pregunté cómo un lugar tan
maravilloso podía tener una entrada tan lúgubre y disuasoria.
Quise saborear cada paso antes de dar otro.
Pronto el camino se abrió en un vestíbulo tan grande que la propia
tierra no podría contenerlo. La belleza del mismo ni siquiera
podría ser imaginada por arquitectos humanos. Nunca había
experimentado algo semejante que llenaba mi alma cuando miraba
el cuarto. En el extremo lejano estaba la fuente de la gloria de la
que emanaba todo lo demás que estaba en el cuarto. Supe que era
el Señor, y tuve un poco de temor cuando empecé a caminar hacia
Él. Ni siquiera pensé sobre cuan grande era la distancia. Era todo
tan maravilloso que sentí que podía caminar para siempre y podía
disfrutar a cada paso. En términos terrenales que de algún modo
no se relacionan aquí, habría tardado muchos días para alcanzar
el trono.
Mis ojos estaban tan fijos en la gloria del Señor, que había
caminado mucho tiempo, antes de notar que estaban pasando
multitudes de personas en filas a mi izquierda (había también
muchos a mi derecha pero estaban tan lejos que no los noté hasta
que alcancé el trono). Cuando los miré tuve que detenerme.
Resplandecían, y su porte más regios que cualquiera que hubiera
visto antes. Sus semblantes eran cautivadores. Tal paz y
confianza nunca otorgada a una cara humana. Cada uno era
hermoso más allá de cualquier comparación terrenal. Cuando me
71
volví hacia los que estaban cerca de mí se inclinaron saludándome
como si me conocieran.
“¿Me conocéis?” Pregunté, sorprendiéndome de mi atrevimiento
por hacerles semejante pregunta.
“Eres uno de los santos que están luchando en la última batalla,”
respondió un hombre próximo. “Todos aquí te conocemos, y
también a todos los que están luchando ahora en la tierra. Somos
los santos que han servido al Señor en las generaciones que te
precedieron. Somos la gran nube de testigos a quiénes se ha dado
el derecho de contemplar la última batalla. Los conocemos a
todos y vemos todo lo que hacen.
Entonces vi a alguien que había conocido en la tierra. Él había
sido un creyente fiel, pero no pensaba que hubiera hecho algo de
importancia. Físicamente era poco atractivo en la tierra, lo que le
había entristecido. Aquí tenía los mismos rasgos, pero era de
algún modo más bien parecido que cualquier persona hubiera visto
en tierra. Caminó hacia mí con una convicción y dignidad que
nunca había visto en él, ni en nadie.
“El cielo es mucho más grandioso de lo que pudiéramos soñar
mientras estábamos en la tierra. Este cuarto es solo el umbral de
ámbitos de gloria que están más allá de nuestra capacidad de
comprensión. También es verdad que la segunda muerte es mucho
más terrible de lo que entendimos. Ni el cielo ni el infierno son
como pensábamos que eran. Si hubiera sabido en la tierra lo que
sé aquí, no habría vivido de la manera que lo hice. Eres bendito
con una gran gracia al venir aquí antes de que hayas muerto”. Dijo
él, mientras miraba mis vestidos.
Me miré entonces. Todavía llevaba puesto el viejo manto de
humildad, tapando la armadura. Sentí que era austero y falto
estando de pie ante aquellos que eran tan regios y hermosos.
72
Empecé a pensar que estaba en un serio problema si yo fuera a
aparecer ante el Señor así. Como las águilas, mi viejo conocido
podía entender mis pensamientos, y contestó a ellos:
“Aquellos que vienen aquí llevando este manto no tienen nada que
temer. Ese manto es el rango más alto de honor, y es por eso que
todos se inclinaron a tu paso.”
“No noté a nadie inclinándose a mí,” contesté, un poco
desconcertado.
“No es impropio,” continuó. “Aquí mostramos el debido respeto el
uno al otro. Incluso los ángeles nos sirven aquí, pero sólo nuestro
Dios y Su Cristo son adorados.”
Todavía estaba avergonzado. Tenía que aleccionarme a mí mismo
para no inclinarme ante estos gloriosos ángeles, mientras al
mismo tiempo deseaba esconderme porque parecía tan malo.
¡Entonces empecé a lamentar el hecho que mis pensamientos aquí
eran tan necios como en la tierra, y aquí todos los conocían! Me
sentía torpe y estúpido aquí parado ante éstos que eran tan
maravillosos y puros. De nuevo mi antiguo conocido respondió a
estos pensamientos.
“Ahora tenemos cuerpos incorruptibles, y tu no. Nuestras mentes
ya no están limitadas por el pecado. Podemos por consiguiente
comprender muchas veces lo que incluso la más grande mente
terrenal no puede comprender, y nosotros pasaremos la
eternidad creciendo en nuestra habilidad de entender. Esto es
para que podamos conocer al Padre, y entender la gloria de Su
creación. En la tierra no se puede entender esto, ni siquiera lo
que el menor de éstos aquí sabe, y nosotros somos los menores
de aquí.”
“¿Cómo puedes ser el menor?” Pregunté con escepticismo.
73
“Hay una aristocracia aquí. Los galardones para nuestras vidas
terrenales son las posiciones eternas que tenemos aquí. Esta gran
multitud aquí son aquellos a quienes el Señor llamó ‘las vírgenes
insensatas.’ Nosotros conocimos al Señor, y confiamos en Su cruz
para la liberación de la condenación, pero realmente no vivimos
para Él, sino para nosotros. No conservamos nuestros vasos
llenos del aceite del Espíritu Santo. Tenemos vida eterna, pero
malversamos nuestras vidas en la tierra.”
Quedé muy sorprendido por esto, pero también supe que nadie
mentiría en este lugar.
“Las vírgenes insensatas rechinaron sus dientes en las tinieblas
de afuera,” protesté.
“Y fue lo que hicimos. El pesar que experimentamos cuando
entendimos como habíamos malgastado nuestras vidas, estaba
más allá de cualquier pesar posible en la tierra. La oscuridad de
ese pesar sólo puede ser entendida por aquéllos que la han
experimentado. Tal oscuridad se magnifica cuando se revela al
lado de la gloria del Uno al que nosotros fallamos. Estás parado
ahora entre el rango más bajo en cielo. No hay ningún necio
mayor que el que conoce la gran salvación de Dios, y sigue
viviendo para sí mismo. Venir aquí y aprender la realidad de esa
necedad es un pesar más allá de lo que un alma terrenal puede
sufrir. Nosotros somos aquéllos que sufrieron esta oscuridad
exterior debido a la más grande de las necedades.”
Todavía estaba incrédulo. “Pero eres más glorioso y lleno de más
alegría y paz de lo que jamás imaginé, incluso para aquéllos en
cielo. No siento ningún remordimiento en ti, y aun sé que aquí no
puedes mentir. Esto no tiene sentido.”
Mirándome a los ojos, continuó, “El Señor también nos ama con un
74
amor mayor de lo que aún puedes entender. Antes del juicio del
tribunal experimenté la más grande oscuridad del alma y
remordimiento que se puedan experimentar. Aunque aquí no
medimos el tiempo como ustedes, pareció durar tanto como mi
vida en la tierra. Todos mis pecados y tonterías de las que no me
había arrepentido pasaron ante mí, y ante todos los que están
aquí. El pesar de esto no puedes entenderlo hasta que lo hayas
experimentado. Sentí que estaba en el calabozo más profundo del
infierno, aún al estar de pie ante el Señor. Él estaba resuelto
hasta que mi vida fuera completamente repasada. Cuando dije
que lo sentía y pedí la misericordia de Su cruz, Él limpió mis
lágrimas y se llevó la gran oscuridad. Me miraba con un amor que
estaba más allá de lo que puedes entender ahora. Me dio esta
túnica. Ya no siento la oscuridad o amargura que conocí cuando
estaba de pie ante Él, pero la recuerdo. Sólo aquí puedes
recordar tales cosas sin continuar sintiendo dolor. Un momento
en la parte más baja de cielo es mucho más que mil años de la
vida más alta en tierra. Ahora mi dolor por mi necedad se ha
convertido en alegría, y sé que conoceré el gozo para siempre,
aún estado en el lugar más bajo en cielo.”
Empecé a pensar de nuevo en los tesoros de la salvación. De algún
modo supe que todo lo que este hombre había dicho fue revelado
por esos tesoros. Cada paso que había subido en la montaña, o
dentro de esta, revelaban que sus caminos son más temibles y
maravillosos de lo que creía.
Mirándome intensamente, mi viejo conocido continuó. “No estás
aquí para entender, sino para experimentar. El próximo nivel de
rango aquí es muchas veces mayor que lo que nosotros tenemos.
Cada nivel superior es mayor que el anterior. No es solo que cada
nivel tiene un cuerpo espiritual aun más glorioso, sino que cada
nivel es más próximo al trono de donde proviene toda la gloria.
Aun así, ya no siento el pesar de mi fracaso. Realmente no
merezco nada. Estoy exclusivamente aquí por medio de la gracia,
75
y estoy muy agradecido por lo que tengo. Él es tan digno de ser
amado. Podría estar haciendo muchas cosas maravillosas en los
diferentes ámbitos del cielo, pero prefiero quedarme aquí y
simplemente mirar la gloria, aun cuando estoy en las franjas
exteriores.”
Con una mirada distante, agregó, “Todos en el cielo estamos
ahora en este cuarto para ver su gran misterio desplegarse, y
para mirarles a ustedes que pelearán la última batalla.”
“¿Puedes verle desde aquí?” Pregunté. “Veo Su gloria de lejos,
pero no puedo verlo.”
“Puedo ver muchas veces mejor que tú,” contestó. “Y sí, puedo
verlo, y todo lo que Él está haciendo, incluso desde aquí. También
puedo oírlo. También puedo mirar la tierra. Él nos dio todo ese
poder. Somos la gran nube de testigos que está observándote.”
Él partió hacia las líneas de atrás y empecé a caminar de nuevo,
intentando comprender todo lo que me dijo. ¡Al ver la gran
hueste que había dicho que eran las vírgenes insensatas, los que
se habían dormido espiritualmente durante su vida en la tierra,
supe que si alguno de ellos apareciera ahora en la tierra serían
confundidos y adorados como dioses, y eso que eran los menores
de los que estaban aquí!
Entonces empecé a pensar en todo el tiempo desperdiciado en mi
vida. Fue un pensamiento tan sobrecogedor que me detuve.
Entonces partes de mi vida empezaron a pasar ante mí. Empecé a
experimentar un pesar terrible sobre este pecado. ¡También
había sido el más grande de los necios! Pude haber guardado más
aceite en mi lámpara que otros, pero ahora sabía que necio había
sido medir lo que se requería de mí por cómo otros lo estaban
haciendo. ¡Yo, también, era una de las vírgenes insensatas!
76
Justo cuando me derrumbaba bajo el peso de este terrible
descubrimiento, un hombre que había conocido y había estimado
como uno de los grandes hombres de Dios, avanzaba hacia mí con
firmeza.
De algún modo su presencia me reavivó. Me saludó calurosamente.
Lo había conocido y había deseado ser discipulado por él., pero no
nos llevábamos bien. Como otros había intentado acercarme a él
para aprender, Pero fui una irritación para él y me pidió
finalmente que me alejara. Durante años me sentí culpable por
esto y había perdido una gran oportunidad debido a alguna falla
en mi carácter. Aunque lo había expulsado de mi mente, todavía
llevaba el peso de este fracaso. Cuando lo vi todo esto afloró a la
superficie, y un sentimiento enfermizo se apoderó de mí. Ahora
era tan regio que me sentía más repulsivo aún y avergonzado por
mi pobre estado. Me quise esconder pero no había ninguna
manera de hacerlo aquí. Para mi sorpresa, su calidez hacia mí era
tan genuina que enseguida me sentí a gusto. Allí no parecía haber
ninguna barrera entre nosotros. De hecho, el amor que sentí
proveniente de él hizo que me olvidara de mí mismo.
“He esperado ávidamente esta reunión,” dijo.
“¿Estabas esperando por mí?” “¿Por qué?”
“Eres uno de muchos por los que estoy esperando. No entendí
hasta mi juicio que eras uno de los que fui llamado a ayudar,
incluso discipular, pero te rechacé.”
“Señor,” protesté. “Habría sido un gran honor para mi ser
discipulado por ti, y estoy muy agradecido del tiempo que pasé
contigo, pero fui tan arrogante que merecía tu rechazo. Sé que
mi rebelión y el orgullo me han impedido tener un padre espiritual
real en la vida. Ésta no fue tu falta, sino mía.”
77
“Es verdad que fuiste orgulloso, pero esa no es la causa de que
me ofendí contigo. Me ofendí debido a mi inseguridad que me
hacía querer controlar a todos los que estaban a mí alrededor.
Estaba ofendido contigo porque no aceptabas lo que decía sin
cuestionarlo. Entonces empecé a buscar algo que estuviera mal en
ti para justificar mi rechazo. Empecé a sentir que si no podía
controlarte, un día me avergonzarías a mí y a mi ministerio.
Estimaba más mi ministerio que a las personas para quienes me
fue dado, así que ahuyenté a muchos como tú,” dijo.
Con una sinceridad que es desconocido en los ámbitos terrenales,
continuó, “Todos los niños son rebeldes, y piensan que el mundo
gira a su alrededor. Eso es por qué necesitan que los padres los
críen. Casi todo niño trae en ocasiones reproche a su familia,
pero sigue siendo parte de la familia. Rechacé a muchos de los
propios niños de Dios que Él me los confió para conducirlos a la
madurez. Fallé con la mayoría de ellos. La mayoría sufrió
terribles heridas y fracasos que pude ayudar a evitarlos. Muchos
ahora son prisioneros del enemigo. Construí una gran
organización, y tuve gran influencia en la iglesia, pero los
grandes dones que el Señor confió en mí eran los que me fueron
dados para disciplina, la mayoría los rechacé. Si no hubiera sido
tan egoísta e interesado con mi propia reputación, sería un rey
aquí. Fui llamado a uno de los tronos más altos. Y todo lo que
tienes y lograras también habrían estado en mi cuenta celestial.
En cambio, mucho a lo que presté atención era de poca
importancia eterna. Lo que parece bueno a los ojos terrenales se
ve muy diferente aquí. Lo que te haría un rey en la tierra será a
menudo una piedra de tropiezo que te impedirá ser un rey aquí.
Lo que te hará un rey aquí es lo bajo y sin estima en la tierra.
¿Me perdonas?”
“Por supuesto,” dije, avergonzado. “Pero, también necesito tu
78
perdón. Todavía pienso que fue mi torpeza y rebelión lo que te lo
hizo difícil.”
“Es verdad que no eras perfecto, y yo discerní algunos de tus
problemas debidamente, pero eso nunca es motivo para el
rechazo,” contestó. “El Señor no rechazó el mundo cuando vio sus
fracasos. No me rechazó cuando vio mi pecado. Él puso su vida
por nosotros. Siempre es el mayor quién debe poner su vida por
el menor. Yo era más maduro. Tenía más autoridad que tú, pero
me volví como una de las cabras en la parábola; Rechacé al Señor
al rechazarte y así con los demás que Él me envió.”
Cuando habló, sus palabras me estaban tocando profundamente.
Yo también, era culpable de todo lo que estaba comentando. Me
había quitado de encima a muchas personas por no considerarlos
lo suficientemente importantes para darles mi tiempo, ahora
venían a mi mente. ¡Qué desesperadamente deseaba volver ahora
y reunirlos! Este pesar era aun peor que el que sentía sobre
perder el tiempo. ¡Había desperdiciado a las personas! Ahora
muchos de éstos eran prisioneros del enemigo, heridos y
capturados durante la batalla en la montaña. Esta batalla era por
la gente, y la gente a menudo fue considerada como no
importante. Luchamos por verdades más que por la gente para las
que se dieron. Luchamos por los ministerios mientras tiranizamos
a las personas con ellos. “¡Y muchas personas piensan en mí como
un guía espiritual! Verdaderamente soy el menor de los santos,”
pensé dentro de mí.
“Comprendo cómo te sientes,” comentó otro hombre que reconocí
como alguien a quien consideraba uno de los más grandes líderes
Cristianos de todos los tiempos. “Pablo el apóstol dijo cerca del
final de su vida que él era el menor de los santos. Entonces justo
antes de su muerte incluso se llamó ‘el más grande de los
pecadores’. Si no hubiera aprendido eso en su vida en la tierra
también, habría estado en riesgo de ser uno de los menores
79
santos en cielo. Porque lo aprendió en la tierra ahora es uno de
los más cercanos al Señor, y es uno de los más altos en rango por
toda la eternidad.”
Ver a este hombre en la compañía de “Las vírgenes insensatas”
fue la mayor sorpresa que tuve. “No puedo creer que, también,
seas una de las necias que se durmieron durante su vida en la
tierra. ¿Por qué estás aquí?”
“Estoy aquí porque cometí uno de los errores más graves que
puede cometer alguien que ha confiado en el evangelio glorioso de
nuestro Salvador. Así como el apóstol Pablo fue de no
considerarse inferior a los más grandes apóstoles, a ser el más
grande de los pecadores, yo tomé el camino opuesto. Empecé
sabiendo que había sido uno de los más grandes pecadores que
había encontrado la gracia, pero terminé pensando que era uno de
los más grandes apóstoles. Fue debido a mi gran orgullo, no por la
inseguridad como nuestro amigo aquí, empecé a atacar a todos los
que no veían todo a mi manera. A los que me siguieron los despojé
de sus propios llamados, e incluso sus personalidades,
presionando a todos para que se volvieran como yo. Nadie a mí
alrededor podía ser él mismo. Nadie se atrevió a cuestionarme
porque los aplastaría en el polvo; Pensé que humillando a otros me
haría más grande. Pensé que se suponía que yo sería el Espíritu
Santo para todos. Desde fuera, mi ministerio parecía una máquina
que corría suave donde todos estábamos en unidad y en perfecto
orden, pero era el orden de un campo de concentración. Tomé los
propios niños de Señor y los hice autómatas a mi propia imagen
en lugar de la Suya. Al extremo que ni siquiera estaba sirviendo
al Señor, sino al ídolo que había construido sobre mí. Al final de
mi vida era realmente un enemigo del verdadero evangelio, por lo
menos en la práctica, aún cuando mis enseñanzas y escritos
parecían impecablemente bíblicos.”
80
“¿Si eso es verdad, que te volviste un enemigo del evangelio,
cómo es que estás aquí?” Cuestioné.
“Por la gracia de Dios, confié en la cruz para mi propia salvación,
aunque mantuve alejados a otros hombres realmente de Él y los
llevé a mí mismo en vez de a Él. El Señor permanece fiel incluso
cuando somos infieles. También fue por su gracia que el Señor me
llevó antes de la tierra de lo que hubiera hecho para que los que
estaban debajo de mí pudieran encontrarlo y pudieran venir a
conocerlo.”
Quedé completamente aturdido al pensar que esto era verdad
sobre este hombre. La historia nos había dado un cuadro muy
distinto de él. Leyendo lo qué pasaba en mi corazón, él continuó:
“Dios tiene un juego diferente de libros sobre la historia de la
tierra. Has tenido un vislumbre de esto, pero no sabes todavía
cuan diferentes son. Las historias terrenales perecerán, pero los
libros que se guardan aquí durarán para siempre. Si puedes
regocijarte en lo qué el cielo está grabando sobre tu vida, eres
de hecho bienaventurado. Los hombres ven oscuramente a través
de un espejo, así que sus historias siempre se nublarán, y a veces
serán completamente equivocadas. Muy pocos, incluso muy pocos
Cristianos, tienen el verdadero don de discernimiento.
Sin este don es imposible discernir la verdad con precisión para
los del presente o del pasado. Incluso con este don es difícil.
Hasta que no has estado aquí y has sido despojado, no podrás
juzgar a otros sino a través de torcidos prejuicios, sean positivos
o negativos. Por esto es qué fuimos advertidos de no juzgar
antes de tiempo. Hasta que no estamos aquí no podemos saber
realmente con exactitud lo que hay en el corazón de los demás, si
están realizando hechos buenos o malos. Ha habido motivos
buenos incluso en el peor de los hombres, y motivos malos incluso
81
en el mejor de ellos. Sólo aquí pueden juzgarse a los hombres por
sus hechos y sus motivos.”
“¿Cuándo vuelva a la tierra, podré discernir la historia con
precisión porque he estado aquí?”
“Estás aquí porque oraste pidiendo que el Señor te juzgara
severamente, y corrigiera sin piedad, para que pudieras servirlo
más perfectamente. Ésta fue una de las peticiones más sabias
que hiciste. El sabio se juzga a sí mismo para no ser juzgado. Es
más sabio aún quien pide los juicios del Señor, porque comprende
que por si mismo no puede juzgarse correctamente. Habiendo
venido aquí saldrás con mucha más sabiduría y discernimiento,
pero en la Tierra verás siempre oscuramente a través de un
espejo por lo menos hasta cierto grado. Tu experiencia aquí
ayudará a que conozcas mejor a los hombres, pero solo cuando
estas aquí puedes conocerlos plenamente. Cuando salgas de aquí
quedarás más impresionado por cuan poco conoces a los hombres
en lugar de cuan bien les conoces. Esto también es cierto con
relación a las historias de los hombres. Me han permitido hablar
contigo porque te he discipulado en cierto sentido a través de
mis escritos, y conocer la verdad sobre mí te ayudará mucho,” el
gran Reformador concluyó.
Entonces una mujer caminó adelante yo no la conocía. Su belleza
y gracia eran impresionantes, pero no era de forma alguna
sensual, o seductora. Era la definición de la dignidad y nobleza.
“Yo era su esposa en la Tierra,” empezó diciendo. “Mucho de lo
que conoces de él en realidad procedía de mí, por consiguiente lo
que estoy a punto de decir no es solo sobre él, sino sobre
nosotros. Puedes reformar la iglesia sin reformar tu propia alma.
Puedes dictar el curso de historia, y todavía no haces la voluntad
del Padre, o glorificar a Su Hijo. Si te comprometes a hacer
82
historia humana, puedes hacerlo, pero es un logro fugaz que se
evaporará como un rastro de humo.”
“Pero el trabajo de tu marido, o tu trabajo, impactó para bien a
todas las generaciones posteriores. Es difícil imaginar cuan
oscuro habría sido el mundo sin él,” protesté.
“Es verdad. Pero puedes ganar el mundo entero y puedes perder
tu propia alma. Sólo si guardas tu propia alma puedes impactar al
mundo para el verdadero propósito eterno de Dios. Mi marido
perdió su alma por mí, y sólo la ganó al final de su vida porque fui
tomada de la tierra para que él pudiera ganarla. Mucho de lo que
él hizo fue más para mí que para el Señor. Lo presioné, e incluso
le di mucho del conocimiento que enseñó. Lo usé como una
extensión de mi propio ego, porque como mujer en esa época no
podía ser reconocida como un guía espiritual. Tomé su vida para
vivir mi vida a través de él. Pronto lo tenía haciendo todo sólo
para probarse a sí mismo conmigo.”
“La debes de haber amado muchísimo”. Dije mirándolo.
“No, no la amaba en absoluto. Ni ella me amaba. Justo después de
unos años de matrimonio ni siquiera nos gustábamos. Pero los dos
nos necesitábamos, así que encontramos la manera de trabajar
juntos. De esta manera fuimos los más célebres, pero nos
convertimos en los más infelices, así engañamos a los que nos
siguieron. Fuimos desgraciados y vacíos al final de nuestras vidas.
Entre más influencia ganas por promoverte a ti mismo, más debes
esforzarte para mantener tu autoridad, y más oscura y cruel se
vuelve tu vida. Los reyes nos temieron, pero nosotros temimos a
todos, de los reyes a los campesinos. No podíamos confiar en
ninguno porque estábamos viviendo en tal engaño que no
confiábamos ni siquiera en nosotros mismos. Predicamos amor y
confianza, porque queríamos que todos nos amaran y confiaran en
nosotros, pero temíamos y en secreto despreciamos a todos. Si
83
predicas las más grandes verdades pero no las vives, eres sólo el
más grande hipócrita.”
Sus palabras me golpeaban como un martillo. Pude ver que mi vida
iba en la misma dirección. Por todo lo que había hecho para
promoverme en lugar de Cristo. Empecé a ver cuánto hice para
demostrarle a los demás cuan bueno era, sobre todo a los que me
detestaban, o con quién me sentía en competencia de alguna
manera. Empecé a ver cuánto de mi propia vida se construyó en
una imagen proyectada al exterior que desmentía quién era
realmente. Pero aquí no me podía esconder. Esta gran nube de
testigos sabían quién era más allá del velo de mis motivos que yo
proyectaba.
Miré a esta pareja de nuevo. Ahora eran tan sencillos y tan
verdaderamente nobles que era imposible cuestionar sus motivos.
Estaban exponiendo sus pecados más desviados alegremente por
mi causa, y se alegraban al hacerlo.
“Pude haber tenido un concepto equivocado de ti, sé por la
historia y tus escritos, pero tengo ahora más alta estima por ti.
Oro para que me pueda llevar de este lugar la integridad y
libertad que tienen ahora. Estoy cansado de intentar mantener
imágenes proyectadas de mí. Cómo anhelo esa libertad”. Lamenté,
y desesperadamente quise recordar cada detalle de este
encuentro. Entonces el famoso Reformador ofreció una
exhortación final:
“No intentes enseñar a otros hacer lo que no estás haciendo tu
mismo. La reforma no es solo una doctrina. La verdadera reforma
sólo viene de la unión con el Salvador. Cuando te unes en yugo con
Cristo y llevas las cargas que Él te da, Él estará contigo y las
llevará por ti. Puedes hacer tu trabajo solo cuando estás
haciéndolo con Él, no sólo cuando es por Él. Sólo el Espíritu puede
engendrar lo que es espíritu. Si estás en yugo con Él no harás
84
nada por causa de política o historia. Cualquier cosa que hagas
por presiones políticas, u oportunidades personales, te llevará
sólo a la terminación de tu verdadero ministerio. Las cosas que se
hacen por causa de intentar hacer historia te sentenciaran a la
perdición tus logros en la historia, no impactarán la eternidad. Si
no vives lo que predicas a otros te descalificas para el alto
llamado de Dios, como nosotros hicimos. Te diré lo que te
guardará en el camino de la vida: Ama al Salvador y busca su
gloria exclusivamente. Todo lo que hagas para exaltarte un día
traerá la humillación más terrible. Todo lo que haces por amor al
Salvador, y por glorificar Su nombre, extenderá los límites de Su
reino eterno, y finalmente producirá un lugar mucho más alto
para ti. Preocúpate por lo que se graba aquí. No te preocupes por
lo que se registra en la tierra.”
Al alejarse, fui abrumado otra vez por mi propio pecado. Las
veces que había usado a las personas para mis propios propósitos,
o incluso usé el glorioso nombre de Jesús, para mis propias
ambiciones, o para hacerme parecer mejor, comenzaron a caer en
cascada sobre mí. Aquí, donde podía mirar el poder y gloria de
aquel que había usado tanto, me sentí más repulsivo, pensé que no
podría permanecer de pie. Caí postrado sobre mi rostro en la
peor desesperación que tuve jamás. Después de lo que me pareció
una eternidad, viendo pasar a estas personas y eventos ante mí.
Sentía a la mujer levantándome de pie. Fui vencido por su pureza,
sobre todo ahora que me sentía tan malvado y adultero. Tuve un
fuerte deseo de adorarla porque era tan pura.
“Vuélvete al Hijo,” dijo ella con firmeza. “Tu deseo de adorarme,
o a cualquier otro en este momento, es sólo un esfuerzo por
apartar la atención de ti, y justificarte sirviendo a lo que no es.
Soy ahora pura porque me volví a Él. Necesitas ver la corrupción
que está en tu propia alma, pero entonces no debes permanecer
en ti, o buscar justificarte con obras muertas, sino volverte a ÉL
(Jesús).”
85
Esto lo dijo con un amor tan genuino y preocupación que era
imposible ser herido u ofendido. Cuando vio que entendí, ella
continuó:
“La pureza que viste en mí es la que mi marido vio primero cuando
éramos jóvenes. Era entonces relativamente pura en mis motivos,
pero corrompí su amor y mi propia pureza permitiéndole
adorarme equivocadamente. Nunca te volverás puro adorando a
alguien que sea más puro que tú, pero sólo yendo más allá de ellos
para buscar al que los ha hecho puros, y en quien no hay ningún
pecado. Entre más la gente nos alabó, y más aceptamos sus
alabanzas, más nos alejamos del Camino de Vida. Entonces
empezamos a vivir para las alabanzas de los hombres, y para
conquistar poder sobre aquellos que no nos alababan. Ésa fue
nuestra ruina, y fue lo mismo para muchos que están aquí en el
lugar más bajo, pero fuimos llamados para estar en el más alto.”
Queriendo prolongar nuestra conversación, pregunté lo primero
que vino a mi mente, “¿Es difícil para ti y tu marido estar aquí
juntos?”
“De ninguna manera. Todas las relaciones que tienes en la tierra
se continúan aquí, y son todas purificadas por el juicio. Mientras
más que se te perdona más amas. Por supuesto el Señor nos
perdonó más que a cualquiera, y aquí todos lo amamos mucho más
que a nadie. Después de que nosotros nos perdonamos el uno al
otro, nos amamos más. Ahora nuestra relación está continuando
en una profundidad y riqueza mucho mayor, porque somos
coherederos de esta salvación. Tan profundo como fueron las
heridas, así de profundo es el amor una vez que fuimos sanados.
Pudimos experimentar esto en la tierra, pero no aprendimos el
perdón a tiempo. Si hubiéramos aprendido el perdón, la
competencia que entró en nuestra relación, desvió nuestra vida,
no hubiera echado raíces en nosotros. Si amas de verdad
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perdonarás fácilmente. Entre más difícil te sea perdonar, más
lejos estás del verdadero amor. El perdón es esencial si quieres
quedarte en el camino de la vida. Sin él muchas cosas pueden
sacarte del camino escogido para ti.”
En ese momento comprendí que esta mujer que me había traído a
esta confrontación con mucho dolor por mi depravación, también
era la persona más atractiva que podía recordar. No era
atracción romántica, pero apenas quería dejarla.
Percibiendo mis pensamientos, ella se retiró un paso indicando
que estaba a punto de irse, pero me ofreció una última
explicación.
“La pura verdad, hablada en puro amor, siempre atraerá.
Recordarás el dolor que sientes aquí, y te ayudará a través del
resto de tu vida. El dolor es bueno; te muestra donde hay un
problema. No intentes reducir el dolor hasta que encuentres y te
dirijas al problema. La verdad de Dios trae a menudo dolor
cuando resalta un problema que tenemos, pero su verdad siempre
nos mostrará el camino a la libertad, y la verdadera vida. Cuando
sepas esto empezarás a regocijarte en tus pruebas que son todas
permitidas para ayudarte a guardarte en el camino de la vida.”
“También, tu atracción por mí no está fuera de orden. Es la
atracción entre el varón y mujer que fue dada al principio, y que
siempre es pura en su forma verdadera. Cuando la pura verdad se
combina con puro amor, los hombres pueden ser aquello para lo
que fueron creados sin tener que dominar por su inseguridad. Las
mujeres pueden ser aquello para lo que fueron creadas porque su
amor ha reemplazado su temor. El amor nunca manipulará o
intentará controlar por inseguridad, porque el amor echa fuera el
temor. El mismo lugar donde las relaciones pueden ser en su
mayor parte corruptas también es donde estas pueden ser las
más plenas. Cuando tu mente es renovada por el Espíritu de
87
Verdad, no verás las relaciones como una oportunidad para
recibir de otros, sino para dar. Dar es la más grande plenitud que
podemos conocer en la vida. Es una prueba del cielo donde damos
al Señor pura adoración, tiene un éxtasis que en comparación con
las relaciones más maravillosas en la tierra, estas solo son un
vislumbre fugaz de aquello. Lo que nosotros experimentamos en
adoración aquí, tu pequeño y frágil cuerpo no glorificado no puede
soportarlo. La verdadera adoración a Dios purifica el alma para la
gloria de verdaderas relaciones. Por consiguiente, no debes
buscar relaciones, sino adoración pura a Dios. Sólo entonces las
relaciones podrán empezar a ser lo que se supone que deben ser.
El verdadero amor nunca busca el lugar más alto, sino el lugar
más bajo de servicio. Si mi marido y yo hubiéramos guardado
esto en nuestro matrimonio, estaríamos sentándonos ahora al
lado del Rey, y este gran vestíbulo se hubiera llenado de muchas
más almas.”
Con esto, ella desapareció de vuelta a las tropas de los santos
glorificados. Miré de nuevo hacia el trono y la gloria pareció
mucho más hermosa, quedé pasmado. Otro hombre parado cerca
de mí explicó:
“Con cada encuentro, se está quitando un velo a fin de que puedas
verlo más claramente. No cambias solo viendo su gloria, sino
viéndola a cara descubierta. Todo el mundo que viene a los
verdaderos juicios de Dios, camina un corredor como este para
encontrar a aquellos que los pueden ayudar a quitarse cualquier
velo que aún estén usando; los velos deforman su visión de Él”
Ya había absorbido más entendimiento de lo que mis muchos años
de estudio en la tierra me habían dado. Entonces comencé a
sentir que en todo mi estudio y buscar en la tierra, avancé a paso
de tortuga. ¿Cómo me podrían preparar muchas duraciones de
una vida para el juicio? ¡Mi vida ya me había descalificado más
88
que a todos los que había encontrado, y ello apenas hicieron para
llegar aquí!
Entonces otro hombre surgió de entre las tropas. Había sido un
contemporáneo mío, y no supe que hubiera muerto. Nunca le había
conocido en la Tierra, pero él poseyó un gran ministerio que
respeté muchísimo. A través de los hombres que había
entrenado, millares habían sido conducidos a la salvación, y
muchas iglesias grandes habían sido levantadas. Me preguntó si
me podía abrazar un instante, asentí, sintiéndome un poco
avergonzado. Cuando nos abrazamos sentí tal amor proveniente
de él que un gran dolor interior dejó de dolerme. Me había
acostumbrado tanto al dolor que no lo advertí hasta que se
detuvo. Después de que me soltó le dije que su abrazo me había
curado de algo. Esto le produjo profunda alegría. Entonces
comenzó a contarme por qué estaba en el rango menor del cielo.
“Me volví tan arrogante al final de mi vida que no podía imaginar
que El Señor hiciera ninguna cosa importante a menos que lo
hiciera a través de mí. Comencé a tocar a los ungidos del Señor, y
a hacer daño a sus profetas. Era egoístamente orgulloso cuando
el Señor usaba a uno de mis discípulos, tuve celos cuando El
Señor se movía a través de alguien que estaba fuera de mi propio
ministerio. Buscaba cualquier cosa que estuviera equivocada en
ellos para poder atacarles. No sabía que cada vez que hacía esto
me relegaba aún más a mí mismo”
“Nunca supe que habías hecho algo así,” dije, asombrado.
“Incité a hombres debajo de mí a que investigaran a otros e
hicieran mi trabajo sucio. Les hice rastrear la tierra para buscar
cualquier error o pecado en la vida de otros para mostrarlos. Me
convertí en lo peor que un hombre puede convertirse en la tierra,
una piedra de tropiezo que producía otras piedras de tropiezo.
Sembramos miedo y división a todo lo largo de la iglesia, todo en
89
nombre de defender la verdad. En mi arrogancia moral fui
encaminado a la perdición. En Su gran misericordia El Señor me
permitió ser herido por una enfermedad que me causaría una
muerte lenta y humillante. Poco antes de morir recobré el juicio y
me arrepentí. Estoy solo agradecido por estar aquí de perdido.
Puedo ser uno de los más pequeños aquí, pero es mucho más de lo
que merezco. No podía abandonar este cuarto hasta que tuviera
oportunidad de pedir perdón a los que agravié.”
“Pero tú nunca me agraviaste,” dije.
“Oh, pero lo hice ciertamente,” contestó. “Muchos de los ataques
que arreciaron contra ti fueron de los que había agitado y
animado en sus asaltos contra otros. Si bien personalmente no
llevé a cabo los ataques, el Señor me tiene por tan responsable
como los que lo llevaron a cabo.”
“Ya veo. Ciertamente te perdonó.”
Comencé a recordar cómo yo había hecho lo mismo, aunque a
menor escala. Recordé cómo había permitido a los miembros
descontentos de una iglesia a esparcir su veneno acerca de esa
iglesia sin detenerlos. Lo reconocí por permitirles hacerlo, por no
corregirles los animé a continuar. Recuerdo que pensaba que
estaba justificado por los errores de esa iglesia. Entonces
comencé a recordar cómo había repetido muchas de sus
historias, justificándome diciendo que sólo era para ponerlos en
oración. Pronto una inundación de otros incidentes subieron a mi
corazón.
“Yo, también he sido piedra de tropiezo” Gemí, cayendo otra vez
sobre mis rodillas. Supe que merecía la muerte, que merecía la
peor clase de infierno. Nunca había visto tanta falta de piedad y
tanta crueldad como ahora estaba viendo en mi corazón.
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“Y siempre nos consolamos pensando que realmente le hacíamos a
Dios un favor cuando atacamos a Sus hijos,” vino la voz
comprensiva de este hombre. “Es bueno para ti ver esto aquí,
porque puedes regresar. Por favor advierte a mis discípulos de su
inminente condenación si no se arrepienten. Muchos de ellos son
llamados a ser reyes aquí, si no se arrepienten encararán el peor
juicio de todos, el de las piedras de tropiezo. Mi humillante
enfermedad fue gracia de Dios. Cuando me puse de pie ante el
trono pedí al Señor que enviara dicha gracia a mis discípulos. No
puedo dirigirme a ellos, pero Él me ha permitido hacerlo a través
de ti. Por favor perdona y suelta a los que te han atacado.
Realmente no sabía que estaba haciendo el trabajo del Acusador.
Gracias por perdonarme, solamente por favor perdónalos
también. Está en tu poder el retener pecados o cubrirlos de
amor. Te ruego que ames a los que ahora son tus enemigos.”
Apenas pude oír a este hombre porque estaba muy abrumado con
mi pecado. Este hombre era tan glorioso, puro, y obviamente
ahora tenía poderes que no eran conocidos en la tierra. Todavía,
me rogaba con una humildad mayor que lo que hubiera
presenciado antes. Sentí tal amor emanando de él que no pude
imaginar rechazarle, pero aun sin el impacto de su amor, me sentí
más culpable que ninguno.
“Ciertamente merezco cualquier cosa que me han hecho, y mucho
más,” contesté.
“Eso es cierto, pero no es el punto aquí,” replicó. “Todo el mundo
en la tierra es digno de la segunda muerte, pero nuestro Salvador
nos trajo gracia y verdad. Si debemos hacer Su trabajo,
entonces debemos hacer todo en gracia y verdad. La verdad falta
de gracia es lo que trae el enemigo cuando viene como un ‘ángel
de luz.’”
“Si puedo ser librado de esto tal vez pueda ayudarlos,” entonces
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contesté. “¿Pero no podías reconocer que estoy peor de lo que
ellos posiblemente puedan estar?”
“Sé que lo que pasó justamente por tu mente fue malo,”
respondió, pero con profundo amor y gracia. Supe que ahora
estaba muy preocupado por mí y mi condición como lo estaría por
sus discípulos.
“Esto realmente es cielo,” murmuré. “Esto realmente es luz y
verdad. ¿Cómo pudimos ponernos tan orgullosos que viviendo en
tal oscuridad, pensando que sabíamos muchísimo acerca de Dios?
¡Válgame Dios!” Grité en dirección del trono, “por favor déjame ir
y llevar esta luz de regreso a La Tierra.”
Inmediatamente toda la hueste del cielo pareció levantarse
atenta, y me di cuenta que era el centro de su atención. Me
sentía tan insignificante ante cualquiera de estos gloriosos, pero
cuando supe que estaban todos mirándome, vino el miedo como
una ola gigantesca. Sentí que no podía haber condena como la que
iba a experimentar. Me sentí como el máximo enemigo de la gloria
y la verdad que llenaban aquel lugar. Era demasiado corrompido,
nunca podría representar correctamente tal gloria y tal verdad.
No había forma que pudiera en mi corrupción comunicar la
realidad de este lugar glorioso y esta Presencia. Estaba seguro
que aún Satanás no había caído tan lejos de la gracia como yo.
Éste es el infierno pensé. No puede haber peor dolor que ser tan
malo como soy, y saber que este tipo de gloria existe. Ser
desaprobado aquí es una tortura peor de lo que nunca soñé. No es
extraño que los demonios estén tan enojados y enloquecidos,
pensé.
Justo cuando consideré que estaba a punto de enviarme a las
regiones más profundas del infierno, simplemente clamé
“¡JESÚS!” De inmediato me embargó la paz. Supe que tenía que
seguir adelante hacia la gloria de nuevo, y de algún modo tuve la
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confianza para hacerlo. Me mantuve en movimiento hasta que vi a
un hombre que consideré uno de los máximos escritores de todo
los tiempos. Había considerado que su profundidad de
comprensión dentro de la verdad era posiblemente la mayor que
había encontrado en todos mis estudios.
“Señor, siempre he esperado con ilusión esta reunión,” musité.
“Como yo,” contestó con sinceridad.
“Siento que te conozco, y en tus escritos sentí como si de alguna
forma me conocieses. Pienso que te debo más a ti que a ningún
otro que no fue canonizado en la Sagrada Escritura,” continué.
“Eres muy amable,” contestó. “Pero lamento que no te sirviese
mejor. Fui una persona superficial, y mis escritos fueron
superficiales, y estaban más llenos de sabiduría mundana que de
la verdad divina.”
“Desde que estoy aquí, he adquirido tanto conocimiento, que esto
debe ser cierto, pero todavía pienso que es uno de los mejores
que tuvimos en la Tierra, “respondí.
“Tienes razón,” este escritor famoso asintió con sinceridad.” Es
tan triste. Todo el mundo aquí, aún aquellos que se sientan más
cerca del Rey vivirían sus vidas de forma diferente si las
volvieran a vivir otra vez, pero pienso que viviría la mía aún más
diferente que la mayoría. Fui honrado por reyes, pero fallé al Rey
de reyes. Usé los grandes dones y la perspicacia que me fueron
dados para llevar a mí mismo a los hombres, y mi sabiduría en vez
de llevarlos a Él. Además, sólo le conocí de oídas, lo cual es la
forma en que compelí a otros hombres a conocerle. Los hice
dependientes de mí, y a otros como yo. Les hice virar más para el
razonamiento deductivo que para el Espíritu Santo, a Quién
apenas conocí. No dirigí a los hombres a Jesús, sino a mí mismo y
otros como yo que fingían conocerle. Cuando le vi aquí, quise que
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molieran mis escritos hasta convertirlos en polvo, tal como
Moisés hizo con el becerro de oro. Mi mente fue mi ídolo, y quise
que todo el mundo adorara mi mente conmigo. Tu estima por mí
no me causa gozo. Si hubiera pasado mucho tiempo tratando de
conocerle como lo hice tratando de saber de Él para impresionar
a otros con mi conocimiento, entonces muchos de estos que están
en estas pequeñas compañías estarían sentados en el trono que
se preparó para ellos.”
“Sé estando aquí, que tu estimación de tu trabajo es verdadero,
¿pero no estás siendo muy duro contigo mismo?” Cuestioné. “Tus
obras me alimentaron espiritualmente por muchos años, como sé
que ha sido con muchos otros.”
“No soy demasiado duro conmigo mismo. Todo lo que he dicho es
cierto como fue confirmado cuando estuve delante de trono.
Produje bastante, pero recibí más talentos que casi ninguno de
aquí, y los enterré bajo mi orgullo espiritual y mis aspiraciones.
Tal como Adán que pudo haber llevado a toda la raza humana a un
futuro más glorioso, pero por su fracaso dirigió a billones de
almas a la peor de las tragedias, con más autoridad viene más
responsabilidad. Mientras más autoridad recibes, más potencial
tienes para ambos, bien y mal. Aquéllos que dominarán con Él por
las edades conocerán la responsabilidad más profunda. Ningún
hombre está puesto solo, y cada fracaso humano, o cada victoria,
resuena mucho más allá de nuestra comprensión, aún para las
generaciones venideras. Los muchos miles que pude haber
dirigido correctamente habrían sido muchos millones más aquí.
Cualquiera que entiende la verdadera naturaleza de la autoridad
nunca la buscaría, sólo la aceptará cuándo sepan que son en un
yugo con El Señor, el único que puede llevar la autoridad sin
tropezar. Nunca busques influencia para ti mismo, sino sólo busca
al Señor y estate dispuesto a tomar Su yugo. Mi influencia no
alimentó tu corazón, sino más bien tu orgullo en el conocimiento.”
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“¿Cómo puedo saber que no hago lo mismo?” Pregunté mientras
comenzaba a pensar en mis escritos.
“Estudia para dejarte ver aprobado por Dios, no por los
hombres,” contestó a medida que caminaba de regreso a las
tropas. Antes de que desapareciese se volvió y con una leve
sonrisa, me dio un consejo: “no me sigas.”
En esta primera multitud vi a muchos otros hombres y mujeres
de Dios de mi tiempo y del pasado. Me detuve y hablé con muchos
más. Fui continuamente conmocionado al ver que muchos que
esperaban estar en las posiciones más altas, estaban en lo mas
bajo del reino. Muchos compartieron básicamente la misma
historia, de que todos habían sucumbido al mortal pecado del
orgullo después de sus grandes victorias, o habían caído en celos
cuando otros hombres estaban tan ungidos como ellos. Otros
habían caído en lujuria, desánimo, o amargura próximos al final de
sus vidas y tuvieron que ser tomados antes de que cruzaran la
línea de la perdición. Todos ellos me dieron la misma advertencia:
Mientras más alta es la autoridad espiritual en la que caminas,
más puedes caer si te retiras del amor y la humildad.
A medida que continué hacia el tribunal comencé a pasar a los que
eran de rango más alto en el reino. Después de que muchos más
velos fueron quitados de mí por los encuentros que tuve con los
que habían tropezado con mis mismos problemas, comencé a
encontrarme con aquéllos que habían vencido. Encontré parejas
que habían servido al Señor y uno al otro fielmente hasta el fin.
Su gloria aquí fue indecible, y su victoria me animó, que era
posible quedarse en el camino de la vida, y servirle en fidelidad.
Aquéllos que tropezaron, tropezaron de muchas formas
diferentes. Los que prevalecieron todos lo hicieron de la misma
manera, no se desviaron de su devoción al primero y máximo
mandamiento, amar al Señor. Por esto su servicio fue hecho a Él,
no a los hombres, ni aún a los hombres espirituales. Estos fueron
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los que adoraron al Cordero, y le siguieron doquiera que Él fue.
Cuando estaba todavía a medio camino del trono, lo que hubiera
sido la gloria indescriptible del primer rango ahora parecía la
oscuridad exterior en contraste con la gloria de los que ahora
estaban pasando. La máxima belleza en la Tierra no servía para
calificar ninguna parte del cielo. ¡Y fui informado de que este
cuarto era justamente el umbral de reinos indescriptibles!
Mi marcha hacia el trono pudo haber tomado días, meses o aún
años. No había forma para medir el tiempo en ese lugar. Me
causaba mucha incomodidad, que todos ellos me demostraran
gran respeto, no por quién era o alguna cosa que hubiese hecho,
simplemente porque era un guerrero en la batalla de los últimos
días. De alguna forma, a través esta última batalla, la gloria de
Dios fue revelada de tal manera que sería un testigo para cada
poder y cada autoridad, creada o todavía por ser creada, para
toda eternidad. Durante esta batalla la gloria de la cruz sería
revelada, y la sabiduría de Dios sería conocida en una forma
especial. Estar en esa batalla era recibir uno de los honores
máximos dado a los de la raza de los hombres.
A medida que me acerqué al Tribunal de Cristo, aquéllos en los
rangos más altos estaban también sentados en tronos que eran
todos una parte de Su trono. Aun el más pequeño de estos tronos
era más glorioso que cualquier trono terrenal muchas veces.
Algunos de estos eran gobernantes sobre ciudades en la Tierra
que pronto tomarían su lugar. Los otros fueron gobernantes
sobre los asuntos del cielo, y los otros sobre los asuntos de la
creación física, como sistemas estelares y galaxias. Sin embargo,
fue aparente que esos que recibieron autoridad sobre ciudades
fueron estimados por encima de aquéllos que habían recibido
autoridad sobre galaxias. El valor de un solo niño fue más que el
de una galaxia de estrellas, porque el Espíritu Santo moraba en
los hombres, y El Señor había escogido a los hombres como Su
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morada eterna. En presencia de Su gloria toda la Tierra parecía
tan insignificante como una mota de polvo, y aún era tan
infinitamente apreciada que la atención de toda la hueste del
cielo estaba en ella.
Ahora que estaba ante el trono, me sentía muchísimo más
pequeño que una mota de polvo. Aún así, sentía el Espíritu Santo
en mí de una manera mayor de lo que nunca experimenté. Fue
solamente por Su poder que pude estar de pie. Estaba aquí
realmente para entender Su ministerio como nuestro verdadero
Consolador. Él me había guiado a través de todo el viaje aunque
apenas lo había notado.
El Señor era más amable y más terrible de lo que nunca imaginé
alguna vez. En Él vi a Sabiduría que me había acompañado en la
montaña, y sentí la familiaridad de muchos de mis amigos en la
Tierra. Lo reconocí como aquel que había escuchado hablándome
muchas veces a través de otros. También lo reconocí como aquel
al que había rechazado a menudo cuando había venido a mí a
través de otros. Vi a un León y un Cordero, el Pastor y el Novio,
pero sobre todo lo vi aquí como el Juez.
Incluso en Su presencia imponente, el Consolador estaba tan
poderosamente conmigo que me sentía cómodo. También era claro
que el Señor no quería que de ninguna manera me sintiera
incómodo; Él sólo quería que supiera la verdad. Las palabras
humanas no son adecuadas para describir aún cuan maravilloso, o
cuan liberador era estar de pie ante el Señor. Había pasado el
punto donde estaba interesado si la sentencia fuera a ser buena
o mala; Solo sabía que sería Justo, y que podía confiar en mi
Juez.
En un momento dado el Señor echaba una mirada hacia las
galerías de tronos alrededor de Él. Muchos estaban ocupados por
santos, y muchos estaban vacíos. Él dijo entonces, “Estos tronos
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son para los vencedores que me ha servido fielmente en cada
generación. Mi Padre y Yo los preparamos antes de la fundación
del mundo. ¿Eres digno sentarte en uno de éstos?”
Recordé lo que un amigo había dicho una vez, “Cuando un Dios
omnisciente te hace una pregunta, no es porque Él está buscando
información”. Miraba los tronos. Miraba a aquéllos que estaban
sentados ahora. Podía reconocer algunos de los grandes héroes
de la fe, pero la mayoría de aquéllos sentados sabía que no habían
sido reconocidos en la Tierra. Muchos que conocía habían sido
misioneros que habían pasado sus vidas en oscuridad. Ellos nunca
se habían preocupado por ser recordados en la Tierra, sino sólo
por Él. Estaba un poco sorprendido de ver a algunos que habían
sido adinerados, o gobernantes que habían sido fieles con lo que
se les había dado. Sin embargo, parecía que mujeres y madres
fieles de oración ocupaban más tronos que cualquier otro grupo.
No había manera de que pudiera contestar “sí” a la pregunta del
Señor si yo me consideraba digno de sentarme aquí. No era digno
sentarme en la compañía de ninguno que estuviera allí. Sabía que
se me había dado la oportunidad de correr por el más grande
premio en el Cielo o la Tierra, y que había fallado. Estaba
desesperado, pero había todavía una esperanza. Aunque la mayor
parte de mi vida había sido un fracaso, supe que estaba aquí
antes de concluir mi vida en la Tierra. Cuando confesé que no era
digno, Él preguntó:
“¿Pero quieres este asiento?”
“Si con todo mi corazón,” respondí.
El Señor miraba las galerías y entonces dijo, “Esos asientos
vacíos pudieron llenarse en cualquier generación. Di la invitación
para sentarse aquí a todos los que he llamado por mi nombre.
Todavía están disponibles. Ahora la última batalla ha llegado, y
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muchos que son postreros serán primeros. Estos asientos se
llenarán antes que la batalla haya terminado. Aquéllos que se
sentarán aquí los reconocerás por dos cosas: llevarán el manto de
humildad, y tendrán Mi semejanza. Tienes el manto ahora. Si
puedes guardarlo y no lo pierdes en la batalla, cuando regreses
de la batalla también tendrás Mi semejanza. Entonces serás
digno de sentarte con éstos, porque Yo te habré hecho digno.
Toda la autoridad y todo poder me han sido dados, y solo Yo
puedo manejarlos. Prevalecerás, y a ti te confiare con mi
autoridad solo cuando hayas venido a morar totalmente en Mí.
Ahora vuélvete y mira Mi casa.”
Me volví y miré hacia atrás en la dirección de la que había venido.
Desde delante de Su trono podría ver todo el cuarto. El
espectáculo estaba fuera de cualquier comparación terrenal por
su gloria. Millones formaban las tropas. Cada individuo en el rango
más pequeño era más impresionante que un ejército, y supe que
tenía más poder. Estaba mucho más allá de mi capacidad el
absorber tal panorama de gloria. Aún así, podía ver que solo una
porción muy pequeña del gran cuarto estaba ocupada.
Entonces miré hacia atrás al Señor y me quedé asombrado de ver
lágrimas en Sus ojos. Él había enjugado las lágrimas de cada ojo
aquí, excepto El Suyo. Conforme una lágrima bajaba corriendo
por Su mejilla él la atrapó en Su mano. Entonces Él me la ofreció.
“Ésta es Mi copa. ¿La beberás Conmigo?”
No había manera que la pudiera rehusar. A medida que el Señor
continuó mirándome comencé a sentir Su gran Amor. Aún tan
falto como fuese, Él todavía me amaba. Tan indigno como era yo,
Él quiso que estuviera cerca de Él. Entonces Él dijo:
“Amo a todos estos con un amor que tú ahora no puedes
entender. También amo a quienes - se supone deben estar aquí
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pero no vinieron. He dejado a las noventa y nueve por ir tras la
que estaba perdida. Mis pastores no saldrían tras la una que aún
está perdida por las noventa y nueve. Vine a salvar a los perdidos.
¿Compartirás tú Mi corazón al querer ir a salvar a los perdidos?
¿Ayudarás tú a llenar esta habitación? ¿Ayudarás tú a llenar
estos tronos, y cada asiento en este vestíbulo? ¿Tomarás tú esta
búsqueda para traer alegría en el Cielo, para Mí y para Mi Padre?
Este juicio es para Mi familia, y Mi casa no está llena. La última
batalla no acabará hasta que Mi casa esté llena. Sólo entonces
será el tiempo para que nosotros rescatemos la Tierra, y
removamos el mal fuera de Mi creación. Si tú bebes Mi copa,
entonces tú amarás los perdidos en la forma en que los amé.”
Él entonces tomó una copa tan sencilla que me quedé sorprendido
que incluso existiese en un cuarto de semejante gloria, y Él metió
Su lágrima en ella. Él entonces me la dio. Nunca he saboreado
algo tan amargo. Supe que en ninguna forma podía beberla toda, o
aún mucho de ella pero estuve decidido a beber tanto como
pudiera. El Señor pacientemente esperó hasta que finalmente
rompí en tal llanto que sentí como auténticos ríos de lágrimas me
fluían. Lloraba por los perdidos, pero aún más lloraba por El
Señor.
Miré hacia Él desesperadamente, no podría tomar más de este
gran dolor. Entonces Su paz comenzó a llenarme y mezclarse con
Su amor que sentía. Nunca había sentido algo tan maravilloso.
Ésta era el agua viviente que sabía podía brotar para la
eternidad. Entonces sentí como si las aguas fluyendo dentro de
mí hubieran capturado fuego. Comencé a considerar que este
fuego me consumiría si comenzara a declarar la majestad de Su
gloria. Nunca había sentido tal deseo de predicarle, adorarle, y
exhalar cada aliento que recibí por amor de Su Evangelio.
“¡Señor!” “Grité hacia afuera, olvidándome de todo el mundo
excepto de Él. “ Ahora sé que este trono de juicio es también el
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trono de gracia, y te pido ahora la gracia para servirte. ¡Ante
todo te pido la gracia! Te pido la gracia para terminar mi carrera.
Te pido la gracia para amarte así hasta el fin, para que pueda ser
guardado de las falsas ilusiones, y el egocentrismo que han
pervertido tanto mi vida. Apelo a Ti por la salvación de mí mismo
y el mal de mi corazón, y por este amor al que ahora siento fluir
continuamente en mi corazón. Pido que me des Tu corazón, Tu
amor. Te pido la gracia del Espíritu Santo, dame convicción de mi
pecado. Te pido la gracia del Espíritu Santo para dar testimonio
de Ti, como Tú realmente eres. Pido la gracia para brindar
testimonio de todo lo que Tú has preparado para aquellos que
vienen a Ti. Pido la gracia sobre mí para divulgar la realidad de
este juicio. Pido la gracia para compartir con aquéllos que se
sienten llamados a ocupar estos tronos vacíos, para darles
palabras de vida que los guardará en el camino de la vida, eso les
dará a conocer la fe para hacer lo que han sentido es su llamado.
Señor, yo te oro por esta gracia.”
El Señor entonces se puso de pie. Entonces todos aquellos que se
sentaron en los tronos tan lejos como alcanzaba la vista, también
se pusieron de pie. Sus ojos ardieron con un entusiasmo que no
había visto antes.
“Tú me has pedido por la gracia. Esta petición nunca la niego. Tú
regresarás, y el Espíritu Santo estará contigo. Aquí tú has
saboreado de Mi bondad y Mi severidad. Debes recordar ambas
si vas a quedarte en el camino de la vida. El amor verdadero de
Dios incluye el juicio de Dios. Debes conocer ambas mi bondad y
la severidad o caerás en el engaño. Ésta es la gracia que tú has
recibido aquí, el conocer ambas. Las conversaciones que tú
tuviste con tus hermanos aquí fueron por Mi gracia.
Recuérdalas.”
Él entonces señaló con Su espada hacia mi corazón, luego mi
boca, luego mis manos. Cuándo Él hizo esto salió fuego de Su
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espada y me quemó con gran dolor. “Ésta también es la gracia,” Él
dijo. “Tú eres solo uno de tantos que han sido preparados para
esta hora. Predica y escribe acerca de todo lo que has visto aquí.
Lo que te he dicho dilo a Mis hermanos. Ve y llama a Mis
capitanes para la última batalla. Ve y defiende a los pobres y a
los oprimidos, las viudas y los huérfanos. Ésta es la comisión para
Mis capitanes, y es donde tú los encontrarás. Mis niños valen más
para Mí que las estrellas en los cielos. Alimenta a Mis ovejas.
Vela por Mi gente pequeña. Dales la palabra de Dios a ellos para
que puedan vivir. Ve a la batalla. Ve y no te retires. Ve
rápidamente pues vendré rápidamente. Obedéceme y apresúrate
para el día de Mi llegada.”
Una compañía de ángeles vino entonces y me dio escolta fuera del
trono. El líder caminó al lado de mí y comenzó a hablar.
“Ahora que Él se ha levantado Él no se sentará otra vez hasta
que la última batalla esté terminada. Él ha estado sentado hasta
el momento cuando Sus enemigos deben ser puestos bajo Sus
pies. El tiempo ahora ha venido. Las legiones de ángeles que han
estado parados, listos desde la noche de la pasión hasta ahora
han sido soltados sobre la tierra. Las hordas del infierno también
han sido soltadas. Éste es el tiempo que toda la creación ha
estado esperando. El gran misterio de Dios pronto será
consumado. Nosotros ahora pelearemos hasta el fin. Pelearemos