jueves, 12 de febrero de 2009

CUANDO TUS HIJOS CAEN




Cuando dije "buenas noches" a mi hija de sexto grado, ella comenzó a llorar, "Mami. Los chicos en la escuela usan malas palabras. De tanto escucharlas quedan en mi mente y muchas veces las digo sin pensar. ¿Cómo hago, Mama?

Raquel me acercó una tarjeta en la que ella misma había escrito el Salmo 25.2: "Dios mío en ti confío; no sea yo avergonzado, no se alegren de mí mis enemigos". "Esto es lo que me pasa", dijo; "Ellos terminan por avergonzarme". Para mantenerse fiel a lo que ella creía, Raquel había llevado esta tarjeta a la escuela, para usarla como ayudamemoria. "Pero, ¿qué se supone que debo decir cuando mis compañeros quieren que hable y actúe como ellos?", me preguntó mirándome a los ojos.

En la noche conversé con mi esposo sobre esto y ambos empezamos a buscar en nosotros mismos la respuesta. Habíamos colocado un fundamento de versículos memorizados y de enseñanzas bíblicas en sus primeros años, dedicándole bastante tiempo, pero ahora, por el trabajo de mi esposo y por el mío, las cosas habían cambiado significativamente. Encima de eso, Raquel de 12 y Graciela de 9 años tenían que asistir a una escuela del estado en lugar de una cristiana.

¿Nos quedaríamos esperando y orando para que nuestras antiguas enseñanzas tuvieran el peso suficiente para las realidades que nuestras hijas viven hoy? ¿Nos habría faltado darles alguna enseñanza básica?

Nos acordamos de Daniel, que siendo un adolescente había enfrentado la presión de sus pares en medio de una corte extranjera, decidiendo permanecer firme en lo que le habían enseñado sus padres, aun cuando pudiera significarle la muerte.

CUATRO PASOS

Con su diálogo triunfante (Capítulo I) Daniel tiene las bases para lo que eventualmente pueden ser nuestros "Pasos al éxito"; vimos allí una guía que podríamos dar a nuestras hijas para que supieran qué hacer ante la presión de sus pares.

Muy entusiasmados llamamos a Raquel y Gracielita a la cocina para tener una reunión familiar. "Con mamá hemos tratado de hacer de ustedes, dos niñas que conocen la Palabra de Dios y la guardan, pero nos hemos dado cuenta de que hemos olvidado darles un eslabón importante que las puede ayudar a no ser solamente “oidoras” de la Palabra sino también “hacedoras”, comenzó diciendo Roberto.

Esta noche les vamos a dar ayudas para resolver qué decisión tomar cuando las invitan a hacer algo cuestionable.

Mi marido le pidió a las chicas que escribieran:

"Cuando seas tentada a hacer lo malo, resuelve hacer lo bueno mediante:
1. Preguntas; 2. Identificando qué es lo que está mal; 3. Evaluando las consecuencias, 4. Sugiriendo alternativas.

MANOS A LA OBRA

A continuación les pedimos que nos contaran algunas circunstancias de las más comunes en que eran tentadas. Las situaciones que rápidamente vinieron a sus mentes fueron: tomar algunos caramelos del kiosco sin pagarlos (robo); soplar una respuesta durante una prueba (engaño o trampa); ensuciar objetos con pintura como diversión (vandalismo); escaparse de la escuela dominical en el momento de cantos (desobediencia), entre otras cosas.

Una vez que empezaron, la lista comenzó a crecer. Entonces decidimos tomar algunas situaciones y practicar. Así que distribuimos los roles y comenzamos.

"¡Raquel! ¿No te cansas de cantar siempre lo mismo? ¿Qué te parece si nos escapamos por un ratito al kiosco de la esquina? Nadie se va a dar cuenta y volvemos para cuando empiece la clase de escuela dominical".

Le pedimos a Raquel que escribiera sus reacciones siguiendo la guía que mi marido había dictado. Y ella puso: "¿Qué dirán papá y mamá si alguien nos ve y les cuenta?"(Preguntas, paso 1). "Mis padres creen que yo estoy en la Escuela dominical," continuó diciendo; "Si me voy sin contarles estoy desobedeciendo." (Identificación del mal, paso 2).

"¿Y, Raquel? ¿Venís?", preguntó Roberto, que oficiaba de "tentador amigo". "Bueno, no sé que pasará contigo, pero yo tendré problemas si voy."(Evaluando las consecuencias, paso 3). "Sabes, le pediré permiso a mis padres para salir contigo a dar una vuelta en bicicleta esta tarde" (Sugiriendo alternativas, paso 4).

En todo momento pusimos énfasis en los cuatro pasos a medida que dramatizábamos distintas circunstancias. Después de tres ensayos con cada una, las niñas no nos necesitaban más para el diálogo; ya habían aprendido a hacerlo solas.

La enseñanza de "lo bueno" fue importante, pero faltaba ayudarlas a "comenzar a caminar". La práctica del proceso les dio habilidad mental para responder, pero además, cosa muy importante, les ayudó a desarrollar confianza en decir no de una manera positiva que no implica necesariamente perder amigos.

Les mostramos en la Biblia que Dios las había creado para que hicieran obras buenas. A los ojos de El, ellas eran especiales: "Es normal que ustedes deseen que sus compañeros las acepten", dijimos, "pero permaneciendo fieles a lo que ustedes son y creen. Es más, esto les atraerá buenos amigos en el futuro".

¡FUNCIONA!
Desde esa noche, hace ya cuatro años nuestras hijas nos han testificado de la eficacia de esa ayuda en muchas oportunidades. El año pasado, en la clase de matemática, cuando Graciela estaba sentada en su asiento, la chica de adelante se dio vuelta y puso sobre su cuaderno una píldora blanca.

"¿Qué es esto?", preguntó. La compañera dijo: "Esto acelera todo. Pruébalo”. "¿Para qué lo quiero?", siguió preguntando Graciela. "Te gustará”, respondió la chica de adelante.

"Sácala de mi pupitre. No quiero tomarla ni tener problemas por si la maestra me ve con ella. No necesito ese tipo de cosas", contestó nuestra hija, y agregó: “¿Por qué tomas esa estúpida cosa, María? Sabes que no es buena para ti. Si te alejaras de eso, no tendrías tantos problemas en la escuela".


Alabé a Graciela por su respuesta y, silenciosamente, agradecí a Dios por su protección.

Otra vez Raquel estaba en la casa de una amiga jugando cuando ésta comenzó a sacar dinero del monedero de su madre. "No le pides primero permiso a tu mamá?", le preguntó Graciela (Paso 1).

Inmediatamente su amiga se detuvo y fue a pedir permiso. No fueron necesarios aquí los cuatro pasos, pero conociéndolos y estando lista para aplicarlos, ella había respondido en una forma positiva.

Justo el otro día le pregunté a Raquel sobre cómo estaba sobrellevando las relaciones y las presiones en su nueva etapa del colegio secundario.

"Ya casi no tengo problemas”, dijo con una actitud de confianza. “Ya todos me conocen y saben dónde estoy parada”.

En el interior de mi corazón, y recordando aquella tarde en que había roto en lágrimas, di gracias a Dios,

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