miércoles, 11 de febrero de 2009

LIBERACION 1

Apologética sobre la liberación
Capítulo primero
Introducción
Permitidme abrir este breve estudio citando dos pasajes escritúrales que vienen absolutamente a colación respecto a lo que se va a compartir en el mismo:
<<...el mundo entero está bajo el maligno >> (1 Juan 5: 19b) Este es uno, y el siguiente es:
<< Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro>> (1 Juan 3: 2, 3)
El primero, es un versículo literal, así como los dos segundos. El mundo entero está bajo la influencia directa de Satanás. El motivo es de sobras conocido: A causa de la desobediencia del hombre y el consecuente pecado, el enemigo de nuestras almas, tuvo desde el principio el derecho legal para enseñorearse de la humanidad caída y no redimida.
Así estábamos todos nosotros, bajo esa influencia demoníaca hasta que nos entregamos al Señor Jesús y le recibimos como nuestro Salvador personal y Señor.
No solamente estábamos bajo la influencia directa de Satanás a causa de nuestros propios pecados, sino que habíamos “heredado” demonios de nuestro linaje familiar... ¡una bonita colección! ¿Qué hacer con todo ello?
Contrariamente a la línea de corriente pensamiento de ciertos creyentes de hoy en día, esos demonios o espíritus inmundos que habitaban en nosotros antes de nacer de nuevo por el poder del Espíritu Santo siguen estando ahí, al menos, gran parte de ellos ahora que somos de Cristo. Hay que expulsarlos (Marcos 16: 17)
Aunque ya somos salvos por Cristo, y por tanto, hemos sido constituidos hijos de Dios por adopción, todavía no se ha manifestado esa salvación completamente (1 Juan 3: 2, 3). Eso será así cuando aparezca el Señor Jesús, y seamos trasformados a su semejanza. Mientras tanto, todavía estamos en nuestros cuerpos carnales. Esa es la razón por la cual hemos de limpiarnos de toda contaminación espiritual; esto es, echar fuera los espíritus inmundos, llamados también demonios. Lo vemos claramente así en 2 Corintios 7: 1 << Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios>>. También lo dice Santiago: <> (Santiago 4: 7) También nos dice Santiago: << Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas>> (Santiago 1: 21). ¿Qué es la inmundicia sino algo espiritual? El Señor llamó inmundos a los espíritus demoníacos; por eso, la Palabra nos insta a desechar, o abandonar todo lo que estos espíritus inmundos son y significan.
Y la palabra más clara al respecto, es la que nos habló el Señor, cuando dijo: <> (Marcos 16: 17, 18); ¿De dónde vamos a echar fuera los demonios sino de los hermanos en la fe, o acaso los vamos a echar de los impíos, para que vuelvan siete peores? (Mt. 12: 43-45)
Por tiempo, pensábamos que sólo se quedaban los más fuertes, por ejemplo, los provenientes de las prácticas de brujería, por violación, etc. no obstante, nos hemos dado cuenta de que permanecen muchos de cualquier otra procedencia, espíritus inmundos que calificaríamos de no tan evidentes, digamos: Rechazo, temor, inseguridad, inferioridad, ira, enfado, amargura, por citar sólo unos pocos. La realidad es que el espectro demoníaco es muy grande, tanto, que abarca a todos ellos, y habrá que expulsarles.
A. Todo nuestro ser es el templo de Dios
<< ¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?>> (1 Corintios 3: 16)
Cada creyente es templo de Dios. Podríamos comparar a nuestro ser, es decir, cuerpo, alma y espíritu, con el antiguo templo de Jerusalén, el cual constaba de tres partes principales: El Atrio, el Santo y el Santísimo. Nuestro cuerpo se correspondería con el Atrio. Nuestra alma con el Santo; y nuestro espíritu, con el Santísimo.
Cuando venimos a Cristo, nuestro espíritu renace (de ahí la expresión <> conforme a Juan 3: 3), entonces es cuando ya se puede ordenar que salgan los demonios que, ahora, son intrusos, porque todo ese templo, ya puede y debe ser limpiado de toda inmundicia.
Por lo tanto, a pesar de que ya somos salvos (por la fe; Ef. 2: 8, 9); de que ya pertenecemos a la familia de Dios, no obstante, todavía el Espíritu Santo y nosotros deberemos trabajar y vivir en obediencia a Dios. En ese proceso de santificación, deberá intervenir, entre otros, el proceso de expulsión de demonios el cual denominamos aquí: Liberación. Recordemos la Palabra de Dios que nos exhorta a hacer de este modo: 2 Corintios 7: 1 << Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios>> . No puede ser más claro Pablo. Esa contaminación de espíritu de la cual nos hemos de limpiar es demoníaca, porque sólo los demonios son espíritus contaminantes.
Respecto al alma, esta consta de diferentes apartados los cuales son: La mente, la voluntad y los sentimientos o emociones. Además de estos tres, tenemos: La consciencia, la inconsciencia, y la subconsciencia en nuestra mente. De ella, echaremos también fuera todo espíritu concerniente a la memoria, la retentiva, la comprensión o entendimiento, etc.
De todas estas zonas, deberemos expulsar demonios provenientes de nuestra vieja vida. De la misma forma operaremos respecto al cuerpo, encontrándonos con espíritus causantes de diferentes enfermedades entre otros. Nos aseguraremos también acerca de nuestro espíritu. Nosotros somos espíritu, y satanás tiene mucho interés en esa área de nuestro ser, ya que le es muy útil para sus propósitos malignos. Por ello, nos aseguraremos de no olvidar de ministrar esa parte.
La tarea es mucha, pero el resultado es brillante. La voluntad de Dios es que, en el nombre de Jesús y a causa de sus méritos, libremos todo nuestro ser de “okupas” espirituales, y presentemos todo nuestro templo santificado, limpio y puro ante el Señor. El apóstol Pablo, enseñó: << Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional >> (Romanos 12: 1). Ese << presentar nuestros cuerpos >>, lo cual incluye en este contexto todo nuestro ser, no sólo nos habla de una intención de vivir en santidad, sino de un trabajar apoyados en la gracia de Dios, y por la fe, para que esa santidad o santificación se vaya desarrollando en cada uno de nosotros. Como hemos leído, implica un esforzarse, y es una tarea diaria; es nuestra manera habitual de vivir.
Evidentemente, llegará un momento en que se agote todo ese número de espíritus inmundos al ir siendo echados. Si persistimos en vivir de forma agradable a Dios, nuestra liberación y la consiguiente limpieza será un hecho, y nuestra vida dará un giro de 180 grados. Incluso en el proceso de limpieza de nuestro templo, notaremos que nuestro carácter se va transformando más al de Cristo. ¡Notaremos la diferencia!
Ahora bien, ese proceso durará mucho tiempo casi con toda seguridad, ya que la cantidad de espíritus inmundos es grande, y están bien organizados en diferentes naturalezas (temor, celos, lujuria, ira, etc. etc.). Deberemos tomarlo con paciencia y constancia, sabiendo cuáles son nuestros puntos débiles, y entendiendo que el enemigo trabaja allí.
B. ¿Por qué hay que expulsarles?
Primeramente porque la Palabra de Dios así lo ordena (Mr. 16: 17). Segundo porque en términos prácticos así debe ser. ¿Quién quiere tener espíritus inmundos dentro de sí?
El pan de los hijos: La liberación

A Satanás no le importa ni le preocupa la gente sin Cristo. Son suyos. Le preocupa la gente que es de Cristo, y hará todo lo que pueda para no soltar ni irse de los templos (los cuerpos de los creyentes), que pertenecen a Cristo. Intentará molestar, dañar, atormentar, atemorizar, seducir, engañar, incluso matar o apartar a la persona de la fuente de su salvación.
Decía Pablo: < <... que Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones>> (2 Corintios 2: 11)
¡Pues parece, a diferencia de aquellos primeros creyentes, que nosotros sí hemos ignorado sus maquinaciones!, por eso toma tanta ventaja sobre el pueblo de Dios ¡Qué gran mentira y engaño es esa doctrina que asegura que un verdadero cristiano no puede tener demonios dentro de él! Mientras haya creyentes que sigan pensando así, el enemigo de sus almas seguirá tomando enorme ventaja en sus vidas.
Creyendo así, no se entiende entonces gran parte del ministerio de Jesús, porque Él vino a libertar a los cautivos. Esos cautivos no son los incrédulos, ¡sino los creyentes!: << El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel ; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya>> (Isaías 61: 1-3)
Este es el ministerio de Jesús. El echar fuera toda clase de demonios de los creyentes, era parte muy importante de su ministerio aquí en la tierra, ¿ha cambiado la cosa hoy en día? Cuando el pueblo de Dios hace lo mismo que Jesús hizo (Jn. 14: 12), entonces podemos decir que el Reino de Dios se está acercando poderosamente al pueblo de Dios. Jesús dijo: <> (Mateo 12: 28)
Una de las señales de estar en la perfecta voluntad de Dios, es cuando el pueblo de Dios participa del <>. Veamos acerca de esta expresión que el Señor Jesús utilizó cuando se dirigió a la mujer sirofenicia cuando esta le pidió que expulsara los demonios de su hija: << Levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, no quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse. Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de él, vino y se postró a sus pies. La mujer era griega, y sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio. Pero Jesús le dijo: Deja primero que se sacien los hijos, porque no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos. Respondió ella y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos. Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija. Y cuando llegó ella a su casa, halló que el demonio había salido, y a la hija acostada en la cama>> (Marcos 7: 24-30)
Dios quiere ver a cada verdadero hijo Suyo libre de todo demonio o espíritu inmundo; ese es el PAN que Él tiene para cada uno. ¡Cumplamos con nuestro cometido!
Hay demasiados cristianos oprimidos. Demasiados hijos de Dios que no disfrutan del <>, que es la expulsión de espíritus inmundos y de su fruto, que es la LIBERACIÓN porque no se les da, porque no se cree que ese pan exista, o porque no se quiere dar porque resulta muy caro traducido en horas de trabajo y dedicación, porque quizás falta amor práctico, o porque hay mucha ignorancia y doctrina errónea al respecto. Pero ya es hora de que tú y yo, busquemos ese pan glorioso que nos hace libres.
Seamos honestos...
¿Cuántas veces hemos luchado, peleado y clamado al Cielo para vernos libres de una tentación o de una tendencia pecaminosa y no lo hemos conseguido del todo? ¿Cuántas veces ya nos da vergüenza confesar una y otra vez el mismo pecado que parece nunca llegar a morir en nosotros? ¿Cuántas veces se nos ha dicho: “Mira a la cruz, mira a la cruz”, pero a pesar de mirar a la cruz, ese pecado vuelve a producirse?, ¿y qué de ese temor, depresión, angustia, etc. etc.?, por otro lado, ¿qué significa realmente <>? Por cierto, <> significa, entre otras acepciones, el apropiarse de los beneficios de la cruz de Cristo, esto es, poner en práctica la POTESTAD que Él nos ha dado para expulsar intrusos espirituales de nuestras vidas, cumpliendo con Lucas 10: 19; <>. Así, sí funciona...
Leemos en Hebreos 12: 1, 2; << Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia , y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe , el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios>>
1) ¿Qué es poner los ojos en Jesús?: Es hacer lo que Él mandó que hiciéramos.
2) También nos dice que nos << despojemos de todo peso>> . Ese peso, entre otras cosas, es la opresión demoníaca en nosotros.
¿Cómo atamos ambos cabos? Muy sencillo, la respuesta está en Marcos 16: 17;
<>. La clave aquí es expulsar de nuestras vidas esos demonios.
Los demonios siempre que pueden, actúan en la oscuridad, siguen el ejemplo de su líder, Satanás, que es el <>. Esas tinieblas son, entre otras cosas: Desconocimiento, ignorancia, incredulidad, falsa doctrina, tradición, temor, etc. Por desconocimiento y por falsa doctrina, los demonios se han quedado oprimiendo la vida de los creyentes de todas las generaciones prácticamente siempre. ¡¡Ya es hora de que sean expuestos a la luz y sean disipadas todas las tinieblas que les protegen y amparan!!
¡DURANTE DEMASIADO TIEMPO LOS DEMONIOS (ÁNGELES CAÍDOS) HAN HECHO Y DESHECHO A SUS ANCHAS, SIN QUE NADIE LES HAYA MOLESTADO, PORQUE NO SE HA CREÍDO QUE ESTABAN AHÍ, EN LOS CREYENTES!
Los demonios tienden a esconderse y a no manifestarse dentro de las vidas de los cristianos, ¡obliguémosles a que den la cara y a su vez, a expulsarles según Marcos 16: 17!
¡No se van, ¡hay que echarles fuera!
PARA TODO ELLO NOS SERÁ IMPRESCINDIBLE ACTUAR EN FE.
No hay que dirigirse a ellos diciendo algo así como: < >. Es mejor hacerlo así: <> ; mandando que salgan fuera aquellos que sabemos, porque en nuestras vidas sabemos las cosas que no andan bien; ejemplo: Celos, envidias, temores, pecado sexual, y un muy largo etcétera. Por lo tanto, ordenaremos que salgan los que se corresponden a cada naturaleza mencionada; es decir: “espíritu de celos”, “espíritu de lujuria”, etc.
En el mejor de los casos, si no hay, nada ocurrirá, pero si no has sido ministrado de liberación nunca antes, empezarán a salir cuando por fe les mandes salir. (Veremos más adelante cómo lo hacen)
LOS DEMONIOS SE MANIFIESTAN PARA SALIR CUANDO SON DESCUBIERTOS, Y SON DESCUBIERTOS CUANDO SE ACTÚA EN FE, CREYENDO QUE ESTÁN AHÍ, Y QUE VAN A SALIR, Y SE LES ORDENA SALIR.
C. Acerca de los primeros cristianos
Lo primero que hacían los ministros de Cristo de la iglesia primitiva cuando alguien se entregaba al Señor, era bautizarle (ver Hechos 2: 41). Lo segundo era empezar a liberarle de demonios.
La inmensa mayoría de los nuevos creyentes, habían sido paganos. Todos venían con demonios que había que expulsar. Para ellos, era común y rutinaria esa práctica. Ya Tertuliano nos explica en sus escritos que los cristianos de su tiempo tenían demonios, pero que iban siendo expulsados en el nombre de Jesús, a diferencia de los paganos que los tenían también, pero que si eran expulsados, volvían de nuevo. La explicación es clara: Los demonios que están en las vidas de los incrédulos tienen derecho legal para permanecer ahí; los demonios que están en las vidas de los verdaderos creyentes no lo tienen, ahora son INTRUSOS. Un intruso es alguien que permanece en un lugar de forma clandestina.
D. El ejemplo del pescado
Nos gusta identificarnos con el PEZ. Los cristianos solemos colocar un pez en la parte trasera de nuestro coche, de esa manera estamos diciendo que somos seguidores de Cristo. La palabra griega Ichtus, que en español significa pez, era cada letra de ella, las siglas que denominaban quién era Jesús, el Hijo de Dios. Pero además, esa palabra, PEZ, tiene otro significado para nosotros los creyentes. El Señor nos comparó a su vez con peces, y nos da la red espiritual para pescar otros peces. Así que espiritualmente somos peces pescados por las redes del Evangelio por el Pescador que es Cristo.

Esto nos tiene que dar que pensar. ¿Qué hace un pescador que se precie con los peces que ha pescado? Inmediatamente los abre en canal y extrae toda la inmundicia; nunca deposita esos pescados en la cámara frigorífica sin limpiarlos antes, porque si no se echan a perder. No obstante, a la inmensa mayoría de nosotros, peces espirituales, nunca nos abrieron y sacaron lo inmundo, nunca nos limpiaron, ¡nunca nos liberaron!
¡ES HORA DE QUE LO HAGAMOS, EMPEZANDO POR NOSOTROS MISMOS!
LA AUTOLIBERACIÓN DEBERÍA SER UNA PRÁCTICA HABITUAL, HASTA QUE YA NO SEA MÁS NECESARIA.
Cada uno de nosotros somos templo del Espíritu Santo. Ese templo tiene que estar limpio de toda inmundicia. Tenemos un claro ejemplo de todo esto en el Antiguo Testamento. Si leemos en 2 Crónicas 29: 3-16, ahí nos habla de la limpieza que el rey Ezequías de Judá mandó efectuar en el Templo de Dios. Leemos en el versículo 16: << Y entrando los sacerdotes dentro de la casa de Jehová para limpiarla, sacaron toda la inmundicia que hallaron en el templo de Jehová, al atrio de la casa de Jehová; y de allí los levitas la llevaron fuera al torrente de Cedrón>>.
Si Dios tuvo tanto interés en que se limpiase un templo hecho de manos humanas, ¡¿cuánto interés no va a tener en que se limpien los templos que Él ha creado, que somos tú y yo!?
¡PONGÁMONOS MANOS A LA OBRA!

No hay comentarios:

Publicar un comentario